jueves, noviembre 29, 2007

No

“El hombre rebelde es aquel que dice que no”, nos advierte Albert Camus en uno de sus más luminosos ensayos. Quizás sea por esta sencilla circunstancia que el espíritu libertario no puede sentirse acobardado ante la voz estentórea y belicosa que decreta la inminencia de su supuesta derrota. Y es que ninguna cantidad de decibeles resulta suficiente para ahogar por completo el penoso sonido de los grilletes arrastrados por los seres de naturaleza lacaya.
En pocas horas los venezolanos tendremos la oportunidad de decidir la continuidad del sistema democrático. Para ello deberemos desafiar los múltiples tentáculos de un poder con vocación totalitaria, que no cesa de jactarse, de manera pública y notoria, del dominio ejercido sobre cada una de las instancias civiles y militares relacionadas con el hecho electoral.
El gigantesco aparato propagandístico del gobierno no ha perdido tiempo en masificar su mensaje con una atractiva premisa: más poder para el pueblo. Sin embargo, todo aquel ciudadano que se anime a dejar de lado el tarareo de tan pegajosa consigna, y proceda a realizar una lectura serena del texto final de la reforma constitucional, de seguro identificará la existencia de graves y cuantiosas contradicciones, las cuales, en su conjunto, sirven para retratar de cuerpo entero a un líder embriagado de cinismo, o en el mejor de los casos presa de reiterados ataques amnésicos, que procura alcanzar objetivos que en todo momento negó perseguir.
De aprobarse estos nuevos artículos constitucionales, desconocidos olímpicamente hasta por los legisladores que en mala hora usurparon las atribuciones del poder constituyente, la instauración de una tiranía en nuestra querida tierra de (des)gracia sólo dependerá de la buena fe del gobernante de turno, ya que los diferentes dispositivos de control y seguimiento institucionales han sido aniquilados en la práctica, debido a su oscura vinculación con la satanizada ideología liberal burguesa. Toda una fría operación de mutilación política que transforma nuestra democracia representativa (un diseño configurado por varias magistraturas), no en una democracia participativa (¿nos preguntamos cuáles serán los beneficios reales que le brindará a las comunidades un poder popular burocratizado y adscrito a la presidencia de la república?) sino en una monarquía representativa, que busca legitimarse en el engañoso silogismo, de estirpe ceresoliana, que reza: el pueblo es el soberano; Chávez es el pueblo; luego, Chávez es el soberano.
Inesperada parusía de Simón Bolívar, Hugo I se convertirá en el amo de facto y de derecho de la nación venezolana. Sin embargo, como bien dice el autor de La Peste y El Extranjero: “El amo no sirve para nada en la historia como no sea para suscitar la conciencia servil”. O en palabras de Carl Gustav Jung: “El individuo está privado de manera creciente de su decisión moral en cuanto a cómo debe vivir su vida y, en su lugar, está reglamentado, vestido, alimentado y educado como una unidad social. El Estado se convierte en una personalidad cuasianimada, de la que se espera todo. En realidad, sólo es un camuflaje para aquellos que saben cómo manipular a las masas”.
Aunque los vasallos juren por mil cruces haber cerrado un negocio redondo, al ofrendar parte de sus libertades por el mantenimiento temporal de las rentas o privilegios arrebatados al Petroestado, ora en misiones, ora en políticas irreales de corte demagógico, ora en jugosas contratas de construcción, ora en bonos del sur, lo cierto es que sus humillaciones no terminarán con esa transacción. Sus concesiones apenas han comenzado. No ha habido trueque ni cambalache. En realidad, lo que ha quedado registrado en el libro oculto de contabilidad es una insignificante amortización de la deuda contraída.
Si lo dudan, allí están los ejércitos de empresarios, estudiantes, docentes, profesionales, sindicalistas, buhoneros, aborígenes, campesinos, fundadores de ONG, periodistas “veraces”, afrodescendientes, homosexuales y pacientes de enfermedades crónicas que, como modelos de un infomercial de medicina sistémica, tienen la obligación de contribuir con sus testimonios “voluntarios” a las actividades de campaña electoral acometidas por el líder fundamental; una gira promocional de proporciones sólo equiparables al Tour RBD o al reencuentro de las Spice Girls.
De todos estos “llenazos” del fenómeno pop del momento, Chávez Forever, quisiera destacar el encuentro organizado con las glorias del deporte nacional. Allí, en un cuadrilátero improvisado en el Forum de Valencia, el ex campeón de boxeo Betulio González, escenificó una pelea simbólica con un contendiente del NO, que fue despachado con apenas tres puñetazos. Sin embargo, lo mejor del espectáculo no fue el falso nocaut, sino la oportunidad de disfrutar del largo silencio hecho por el locutor interno del evento tras narrar el primer golpe del boxeador zuliano. Sin duda, el pobre sujeto había cobrado conciencia de la pavosa imprudencia de la dirigencia chavista: el permitir al pueblo venezolano recordar el histórico instante boxístico cuando el fallecido Miguel Thodee acuñó con su voz grave la profética frase: “Pega Betulio, pega Betulio... se cayó Betulio...”
En fin: Los psicoanalistas lo llaman acto fallido. Los especialistas del resto de las ciencias sociales, más categóricos, le dicen pisarse una bola....

Etiquetas: , ,

jueves, noviembre 22, 2007

Dificultades del viejoverdismo

Sirvan estas líneas para confesar que me siento (in)moralmente capacitado para sentenciar, urbi et orbi, que ese sujeto principal de la picaresca moderna conocido bajo el lacerante remoquete de “viejo verde” no nace ni se hace. Concluyo más bien, a juzgar por recientes y aparatosos acontecimientos personales, que dicho sujeto en verdad se deshace, se autodestruye -como una especie de mensaje espía-, frente a las miradas burlonas de quienes suponía sus víctimas.
Nos advierte con razón el ilustre gemelo del miedo, el inglés Thomas Hobbe, que “el infierno es la verdad descubierta demasiado tarde”. Y es que tenía que desgarrarme el helénico talón de Aquiles, en un taller dictado por hermosas y voluptuosas instructoras hiperquinéticas, para tomar conciencia de los muchos lustros por mí acumulados. Debí sufrir las dolorosas secuelas de un estiramiento calisténico mal ejecutado para comprender, en forma definitiva, la falacia resumida en esa voluntarista premisa que nos dice que la juventud, al igual que el populoso rancho venezolano, se encuentra en la mente (en el talón comprobado que no está...).
Ahora, penosamente sostenido en un par de muletas, acopio fuerzas para llegar hasta la biblioteca -¡por fin logro entrever una ventaja de vivir en un apartamento de clase media y no en el Palacio de Buckingham!- para releer los versos del nostálgico poema No volveré a ser Joven de Jaime Gil de Biedma: “Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde / como todos los jóvenes, yo vine / a llevarme la vida por delante / dejar huella quería / y marcharme entre aplausos / envejecer, morir, / era tan sólo / las dimensiones del teatro / Pero ha pasado el tiempo / y la verdad desagradable asoma: / envejecer, morir, / es el único argumento de la obra”.
No es fácil convertirse en un exitoso viejo verde. En primer lugar, es requisito imprescindible que el interesado cuente con una sólida plataforma financiera que le permita sufragar la costosa logística de la seducción (esto es, las partidas presupuestarias relacionadas con transporte, catering, vestuario y puesta en escena). La platónica estampa de los amantes pelabola, apretujados lascivamente en una banca de plazoleta, constituye la única imagen capaz de superar los irrepetibles niveles de anacronismo sintetizados en la desvaída bandera de la hoz y el martillo. Es el dinero -el más eficiente de los cirujanos plásticos- el agente cosmético llamado a imprimir las tonalidades glaucas al cuerpo senescente. Sin el cochino metal, estaríamos hablando de arrugas y líneas de expresión; de algo podrido por todo el cañón...
La hoja de ruta establece como segundo paso la escogencia de la víctima. En este apartado es conveniente advertir que mientras más descienda la mirilla del renglón etario más difícil se tornará luego la conquista del objetivo. Se suele creer que las mujeres jóvenes son más fáciles de impresionar o engañar por parte del galán entrado en años (sabido es que el aprisco de los caballos viejos tiene más mojones que el mítico establo de Augías), pero la evidencia empírica nos demuestra, en forma contundente, que se trata de otro relato ficticio llamado a halagar el inflado ego del casanova de edad adulta. La dolorosa verdad es que en el cuadrilátero del sexo y del amor no existe tal cosa como el amateurismo. A lo sumo hay novatos del profesionalismo.
Una vez definido el foco de acción, el aspirante a viejo verde deberá arrostrar el desafío de jugar simultáneamente en dos complicados tableros. El primero de ellos viene dado por un importante eje estratégico: la apariencia física. Es conveniente precisar que no sólo se trata de proyectar una personalidad empática, cool y open mind (anglófobos por favor abstenerse), sino también de asumir, como hábitats propios, lugares y eventos tan inhóspitos como gimnasios, maratones de spinning, fiestas raves o festivales de deportes extremos. En cuanto a la variante gastronómica, la obtención del objetivo planteado supone renegar de las adoradas fritangas y comilonas de otrora, para abrazar una dieta de inspiración anoréxica, diseñada para los paladares herbívoros más refinados.
El segundo eje estratégico consiste en materializar la perfecta identificación generacional con la víctima, a través de la asimilación y manejo adecuado de los referentes simbólicos y culturales. Lo anterior supone mucho más que la memorización de los grupos musicales de vanguardia, las películas de culto, los videojuegos de moda o los clásicos de la literatura New Age. Se impone además la apropiación de los dialectos y lenguajes corporales característicos de las nuevas cohortes; y el perfeccionamiento de las habilidades psicomotoras requeridas para sacar provecho de las muchas bondades tecnológicas del chateo y los mensajes de textos vía telefonía celular.
Es preciso no menospreciar la campaña de desprestigio mediático proveniente del amplio espectro opositor a la pasión provecta. Lo idóneo es que el aspirante a viejo verde permanezca firme en su compromiso con la libertad de expresión, y no se muestre intolerante ante el alud de apodos y cognomentos que su comportamiento lúbrico despertará en amigos y familiares de la víctima: Matusalén, Matu (chispeante abreviación de Matusalén), abuelito, bejuquín, fósil, vegetal, dinosaurio, galán de otoño...
Sin embargo, justicia es admitir que las circunstancias anteriormente enumeradas no representan el non plus ultra de las dificultades del viejoverdismo. Existe algo más terrorífico aún. En este sentido, es apropiado citar la sabia observación realizada por Oscar Wilde en su obra El abanico de Lady Windermere: “En este mundo sólo hay dos grandes desgracias. Una es no obtener lo que uno desea, y la otra es obtenerlo. La última es la peor. ¡La última es una verdadera tragedia!”
El viejoverdismo: angustiosa odisea de la modernidad. Su canto de sirena nos hace recordar las sabias palabras del escritor nicaragüense Sergio Ramírez: “La mejor y más engañosa promesa del demonio es hacernos creer que de nuevo nos hará jóvenes”.
¡Sí, como no! ¡Pónganse a creer!

Etiquetas: , ,

lunes, noviembre 12, 2007

¿Por qué no te callas?

Tenía que pasar. Estaba escrito que, en algún momento de su agitado itinerario de líder mundial, el gran mandón tropezaría con un adversario cuyo lapidario verbo dejase bien atrás el impacto comunicacional obtenido por la frase chavista “por ahora”. Lamentablemente para los miembros del alicaído movimiento opositor venezolano, ha sido un monarca español el sujeto escogido para acuñar la inquisidora expresión hexasílaba que logró hundir en el mutismo a una de las fichas más vocingleras de la lucha dizque antiimperialista.
“¿Por qué no te callas?” ha resultado todo un prodigio de la retórica política; una expresión que consigue resumir, en su impecable construcción gramatical (por favor, no olvidar que en donde hay sintaxis hay contrarrevolución), el sentimiento de angustia y desesperación de un pueblo ahogado en una logorrea alocada y pendenciera. De la indudable popularidad de la imprecación borbónica nos da debida cuenta el maremágnum de páginas web que buscan traducir su significado real, o aproximado, a idiomas como el inglés (¡shut up!), el alemán (¿warum hälst du nicht den mund?) o el italiano (¡stai zitto!).
Por supuesto que como venezolano me siento indignado por la agresión perpetrada por el jefe de un Estado extranjero contra un compatriota. Sin embargo, no puedo devenir más papista que el Papa, y tomar en exclusiva, para mi herido sentimiento patriótico, una afrenta que la mismísima víctima dejó pasar como si nada en pleno campo de batalla.
No cabe duda de que lo más indignante del episodio fue el grosero y desafiante manoteo; un gesto de agresión que cualquier persona con dignidad quedaría en la obligación de plantarle resistencia (no importa si después se sale derrotado en una posterior refriega). No logro imaginarme a un altivo republicano como el Libertador Simón Bolívar dejando pasar tamaño atrevimiento por parte de reyes legítimos como Fernando VII o espurios como José Bonaparte. Pero tristemente nos tocó corroborar que el presente venezolano es muy otro, al tener que observar como nuestro “valeroso” soldado de todas las horas -bonzo, rambo, mujahidin, kamikaze, ninja, samurai: todo eso junto- no atinaba a deslizar siquiera una amenaza dominocera del tipo “paso y gano”. Nada de eso. Sólo le dio por bisbisear, cabizbajo, un pensamiento de José Gervasio de Artigas (se ve que del susto olvidó al tan citado padre de la patria): “Con la verdad ni ofendo ni temo”. La tarea reivindicativa dejada inconclusa por el inmarcesible héroe del museo militar (Manuel Caballero dixit) hubo de ser rematada por uno de los más costosos vasallos de la petrochequera que camina por América Latina.
Se puede argumentar -sobre todo si no se tiene vergüenza, o se está en una base de datos misionera- que el águila bolivariana no caza moscas oligarcas o monárquicas. Pero esta rocambolesca tesis del código caballeresco queda abruptamente rebatida tan pronto el revolucionario de marras deja de oler por todo aquello el inquietante aroma de la corona española, y decide explayarse en declaraciones. No olvidemos que, tal como nos advierte Goethe, los cobardes sólo amenazan cuando están a salvo.
“Me dicen que el rey intentó pararse. ¿Sería para agredirme físicamente? Yo no vi al rey, pero me cuentan que los funcionarios españoles tuvieron que agarrarlo porque estaba como un toro bravío. Si se paraba hacia mí... bueno... yo no soy torero, peeeeero... Nunca nos callarán y menos la voz de un monarca”, tronó el vitalicio bien resguardado detrás de uno de los burladeros de la maestranza.
Leído pues lo anterior, y conocida la afición del personaje por la hipérbole y la mentira, no resultaría nada extraño que en una futura edición de su maratónico programa dominical le dé por señalar: “Diosdado, nuestro amigo Don King anda diciendo por ahí que el ex campeón Mike Tyson quiere lanzarse unos rounds conmigo. Pobre señor, me da lástima. Como se ve que todavía no ha visto el video de la paliza que le propiné al bocón del Borbón allá en Chile, que de vaina lo mato. Pero bueno, no nos queda otra cosa que noquear a Tyson. Total, ustedes saben que yo a los monarcas ni que sean de la AMB”.

Etiquetas: , ,

jueves, noviembre 08, 2007

Periódico de ayer

Tengo como manía la lectura de periódicos viejos. Revisión de marchitas noticias que siempre consiguen hacerme revivir la carga de expectativas e incertidumbres asociadas con acontecimientos ya pretéritos. Más que un aficionado a la investigación hemerográfica, me siento como una persona cuya existencia es trastocada por la llegada a deshora de un don adivinatorio.
Esta desventurada bendición hace de mí un sujeto condenado por una nueva mitología; criatura fantasmagórica que no logra transmitir, a los angustiados sujetos del mundo material, los rasgos más sobresalientes de un destino que se yergue ineluctable. Y he usado a conciencia el adjetivo adivinatorio, porque aseguro que puedo responder, de manera inmediata, la punzante inquietud de aquel sujeto que leo preguntarse, desde el tiempo pasado de una hoja amarillenta, quién será el flamante campeón de la Copa América Venezuela 2007, o cuál será el nombre del nuevo ganador del Premio Nóbel de Literatura.
Un conjunto de infructuosas habilidades escrutadoras que también me han servido para desvelar la falsedad ontológica de muchos de los individuos que engruesan con sus declaraciones las ediciones de tantas publicaciones periodísticas. Pienso, por ejemplo, en el modesto líder suramericano que aprovecha su programa dominical para salirle al paso a los crecientes rumores de eternización en el poder.
“No es cierto que tenga un plan para perpetuarme aquí en Miraflores. La propuesta hecha por el diputado Luis Velásquez Alvaray, de realizar una reforma constitucional que permita la reelección del presidente de la República por tiempo ilimitado, fue planteada seguramente de buena fe. Pero debo decir que yo no la comparto ni la apoyo. Y estoy seguro de que ustedes, la mayoría de los que me siguen, tampoco. Dos períodos de seis años son suficientes. Es necesario la renovación del liderazgo, porque yo no soy caudillo ni soy imprescindible”, puede leerse en la edición del periódico Últimas Noticias del lunes 20 de septiembre de 2004.
Sin embargo, en otro artículo extraído del montón de periódicos viejos -en esta oportunidad de la edición del día sábado 28 de julio de 2007 del diario El Universal-, se nos pone al corriente de una confesión, si se quiere un tanto biológica, del mismo personaje en ocasión de la inauguración de la empresa socialista Petrocasa: “Hace apenas dos años es que yo comencé a levantar las banderas socialistas y antiimperialistas. Me eligieron para este nuevo período, pero yo estoy convencido de que estos seis años para mí, para el proyecto que encarno, que impulso con los huesos, el hígado, los riñones, los pulmones, la garganta, con las uñas, no es suficiente tiempo. Seis años se van como se fueron los primeros seis años del primer período (...) Es necesaria la reelección continua, sea para mí o para quien sea, hasta que el pueblo decida o uno mismo o el partido”.
No cabe duda de que hay personas que abusan de la escasa memoria de sus connacionales. Son aquellos elementos que, por pura conveniencia, suman gustosos sus voces al coro del inmortal Héctor Lavoe... Sólo ensalzan las inveteradas transmisiones de Radio Bemba cuando esta emisora se encuentra en plan propagandista. De lo contrario, no vacilan en echar mano del manido expediente de la conspiración mediática que todo lo manipula y envenena.
Hoy hemos visto como el poder ha girado nuevas instrucciones, como ha introducido cambios importantes en el reparto de héroes y villanos de este montaje revolucionario. Descansen, pues, para siempre, en la eterna quietud de olvidados archivos hemerográficos, esa miríada de ditirambos malamente derrochados en el supuesto compromiso y firmeza ideológica del general Raúl Isaías Baduel y el parlamentario Ismael García. ¡Que no se atreva nadie a revisar líneas tan heréticas y traicioneras!
En fin, nada nuevo bajo el sol achicharrante del militarismo autócrata. Ya lo dijo el poeta malagueño Manuel Alcántara: “Lo curioso no es cómo se escribe la historia, sino cómo se borra”

Etiquetas: , ,