jueves, marzo 16, 2006

El partido de los feos

Estimulados por el inesperado inicio de la campaña presidencial, un grupo de preocupados (y desocupados) venezolanos hemos decidido fundar una nueva y esperanzadora alternativa de combate ciudadano: el partido Fuerza Emergente Organizada (FEO por sus siglas; FEO por sus miembros)
Que los feos están en la calle, es un hecho que salta a la vista; una de esas verdades que no admiten dudas. Sólo requerimos abandonar momentáneamente la paz hogareña, y perdernos entre el bullicioso y dinámico hormigueo de peatones y viandantes, de motorizados y conductores, para obtener debidamente un inequívoco contacto con la realidad.
Porque todo sea dicho: Ni el régimen segregacional del Míster Venezuela, lamentable expediente estético de fascista raiz eugenésica, ha podido ocultar lo inocultable: Aquí existe el feo parejo y disparejo, y tal vez sea válido y hasta conveniente ponerles el nombre colectivo de legión, como los demonios bíblicos.
Sea dicho en descargo de los feos que nunca han necesitado de la muerte para tener noticias y adelantos del cielo. No olvidemos que la gema más codiciada del Olimpo griego pertenecía no al aguerrido Ares ni al seductor Apolo, sino al deforme Hefestos (hasta cojo era el pobre).
Claro que no faltará quien nos recuerde maliciosamente la pronunciada cornamenta que la casquivana Venus siempre colocó, a manera de triste corona, en la cabeza de su pobre y abnegado esposo. A lo que yo me pregunto: ¿Por qué será Dios mío que, a los ojos del insidioso imaginario popular, los feos que comparten su lecho con despampanantes beldades invariablemente están condenados a saber de cuernos e infidelidades? ¿Por qué será que a Brad Pitt nunca le montan los cachos?
Pero decíamos que nació el partido de los Feos, y es a este hecho histórico que debemos circunscribirnos para poder analizar serenamente los duros desafíos que en esta hora menguada le tocará superar al nuevo liderazgo venezolano.
Sin embargo, llegados a este punto, la naciente organización política enfrenta el primero de sus grandes desafíos: ¿Cómo hacer para que nuestras bases partidistas no nos nieguen? Porque fuerza es reconocer que ninguno de nosotros se muere por reconocerse feo así sin más ni más. Es lamentable, pero es la verdad: en un mundo regido por las frívolas leyes del fashion, ser feo y no estar bueno son dos delitos que nadie debe permitirse. Por eso, ¿cómo haremos para llegarles al corazón? ¿Cómo llamarlos feos y que no se nos molesten por ello? En nuestras manos está la respuesta.
¡Vamos por el poder! Tengan ustedes eso muy claro. Pero desde ya adelantamos que no andaremos besando viejitas ni cargando muchachos. No estaremos brincando charcos ni simulando un alicate con nuestros brazos agitados. Mucho menos hablaremos de magnicidio ni de conjuras de la CIA. Simplemente haremos política, pero política de altura. Altura en sus preguntas y respuestas. Y luego, en el fragor del combate, haremos una emotiva pausa para participar con nuestro pueblo en el perreo y el sandungueo. ¡Y es que serán nuestros cachorritos!
Los feos, pues, están en la calle. Y tú Chávez, si eres de aquellos que no le gusta caerse a mentiras frente al espejo, deberías convencerte de que no te conviene meterte con nosotros.
Asiste toda la razón del mundo a nuestro querido comentarista deportivo Humberto “Beto” Perdomo cuando exclama con voz emocionada: ¡Esto está feo! ¡Muuuy feo!