domingo, marzo 21, 2010

Disección de un peluche

Un hombre no puede evitar que la mujer de sus sueños no sienta atracción por él, pero sí puede impedir ser arrumbado, en canallesca jugada, al muladar de los «peluches».
De acuerdo con un diccionario enciclopédico de sexualidad humana —cuyas páginas aún están por escribirse— el peluche es aquel hombre, más pusilánime que tímido, que cultiva la figura del «mejor amigo» como paso inicial para conseguir una cópula con la chica que inflama su deseo. En este sentido, el peluchismo es un método indirecto y encubierto de seducción, inevitablemente condenado al fracaso dado que no parte de una base real (la atracción de la mujer) sino de una errónea percepción de progresivo enamoramiento.
Son dos las razones que dan pábulo a estas falsas expectativas de enamoramiento. La primera, de orden mental, consiste en la equivocada creencia de que la afinidad espiritual desemboca inexorablemente en el coito. La segunda, de orden físico, guarda relación con los mimos, abrazos y manoseos permanentemente hechos por la mujer histérica que ha tenido a bien transmutar al hombre enamorado en un peluche; esto es, en un ser negado para la sexualidad. No olvidemos que los peluches —y sus distintos sucedáneos— no tienen genitales, y que ninguna de las parafilias documentadas por la psicología clínica da cuenta de un morbo o excitación asociado al uso de juguetes felpudos. «¡Peluche que entráis aquí perded toda esperanza!», reza la inscripción colocada en el dintel del campo de concentración de todos los polvos que nunca han sido.
Sin embargo, lo más lamentable de esta dramática situación es que el pobre peluchito desconoce que es un peluche. Como los míticos devoradores de la flor de loto, olvida cada uno de los crecientes y sucesivos fracasos de su metodología de cortejo. No tiene conciencia de su amor zombi. Su mente se encastilla en un optimismo enfermizo, que le hace ver el triunfo en el terreno agostado por la aridez afectiva. Al decir de un famoso verso lusitano, el peluche es gallo que canta ignorando la noche. De ahí, que se precise la intervención de un amigo para despertarlo del sueño profundo:
— ¿Pero Peluchín cuántas citas llevas con esa chica?
— Creo que unas treinta salidas, mi pana. Pero tranquilo, no te preocupes, que ya está a punto de caer. Tienes que verla: Se ríe con mis chistes, se preocupa por mí y el pasado 12 de febrero me dio un regalito por el día de los enamorados y la amistad…
¡La amistad, la amistad! ¡Malhaya la amistad! ¡He ahí la estela funeraria de todo peluche! ¡He ahí la daga letal que nunca podrá ser arrancada!
Sabido es que la mayoría de las mujeres, en un acto de condenable sadismo, mantiene para su diversión personal a un elenco de hombres-peluche, que casi siempre gustan de llamar «amigos». Seres heterosexuales que asisten en silencio a la divulgación de un amplio y ajeno anecdotario de problemas de pareja y confidencias de cama. Una variante moderna de la tortura que es complementada con una sesión de abrazos y arrumacos cargados de sevicia, que sólo terminarán cuando el peluche —más azul que un avatar, por culpa de la libido— se le ocurra el despropósito de solicitarle el concúbito a su histérica opresora. Cosa que nunca ocurrirá, porque nuestro felpudo y simpático amigo no está invitado al baile del placer. Pero de llegar a asisitir, en calidad de coleado o arrocero, entonces lo máximo que podría bailar sería una pieza de salsa y otra de merengue. Jamás en la vida gozaría la barriobajera gloria de un perreo, ya que una draconiana ley no escrita prescribe que peluche no baila pegado: sólo hace coreografía.
El único sitio donde el peluche realmente tiene el control de la situación es un no-sitio. Es en la virtualidad del ciberespacio, ese mundo construido a partir de la imposibilidad de la cercanía física, donde consigue su reino. Allí puede desplegar, en su perfil de Facebook, en su directorio de seguidores en Twitter, un abultado álbum de novias por Internet, voluptuosas mujeres, retratadas casi siempre en fotos de pornostar, que «taguean» al peluche en fotos digitales de supuesto contenido erótico. El sueño de toda histérica, decirle a los integrantes de su elenco de peluches: «Yo te la doy, pero por Twitter», «Yo te la succiono, pero por Facebook»…
Un buen comienzo en el largo camino para dejar de ser un peluche lo constituye la práctica del «número mágico». Esta estrategia consiste en la fijación de un tope de salidas infructuosas —en términos de avances específicos— que le sirva de referencia a la persona a la hora de determinar con exactitud cuando debe pararse el galanteo, so pena de transformarse en felpudo. La idea es bastante buena. No olvidemos que la imposibilidad de ver recuperada en réditos amatorios la cuantiosa inversión realizada por el peluche es lo que hace de él, más que el exitoso ejecutante de un programa de inversiones, el resignado supervisor de un programa social de apoyo a las mujeres histéricas.
Peluches del mundo: ¡Despierten y reaccionen! No hagan suyos los adoloridos versos del poeta de la Rua dos Douradores: «Contemplo, como en una extensión al sol que rompe nubes, mi vida pasada; y noto, con un pasmo metafísico, que todos mis gestos más seguros, mis ideas más claras, y mis propósitos más lógicos, no fueron, al final, más que solemne borrachera, locura natural, gran desconocimiento. Ni siquiera representé. Me representaron. Fui, no el actor, sino sólo sus gestos».

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7 Comments:

Blogger Inos said...

Amigo Vampiro, como siempre ha dado en el clavo. ¿Ha considerado llevar este pequeño ensayo a la extensión de un libro? Sería el título de "autoayuda" definitivo para peluches que todavía puedan librarse de su particular calvario.

¡Animo! que le auguro ventas millonarias.

Saludos.

4:34 p.m.  
Blogger Ortega Brothers said...

una perla mi Joe....una perla!!!

10:50 p.m.  
Blogger Cástor E. Carmona said...

Y qué me dice si la empeluchadora es una fea, el peor de los empeluchamientos posibles. Apoyo la moción -y la noción- de Inos.

10:08 p.m.  
Blogger xx said...

Buena vampiro...
Existe correlación entre las amantes de peluches y las vulgarmente conocidas calienta h?evos? ....Para desgravamen de los peluches, en la fase inincial podría ser difícil reconocer el patrón. A menos que el peluche se encuentre rodeado en el estante de otros peluches, lo que debería ser suficiente para desaparecer de la escena.

7:01 a.m.  
Anonymous desdeestaesquina said...

Hermano, ha nacido una nueva vategoría clínica de relaciones amatorias perversaa: la peluchefilia

9:45 p.m.  
Blogger Luis Ernesto Blanco said...

Por el abrumador éxito de su ensayo, para mí queda claro que los que aquí comentan, alguna vez hemos sido el nefasto peluche de alguna fémina. ¡El primer paso de la cura es admitirlo!

8:58 a.m.  
Blogger Señorita Cometa said...

Buenísimo su ensayo señor vampiro! Me ha hecho reír de lo lindo en una noche insomne en la que procuro ponerme al dia con su maravilloso blog. Ah! Y como representante del género coleccionista que se dejó de eso hace años, y como única fémina comentadora de esta entrada, defiendo a mis congéneres haciendo un gran aparte entre coleccionistas de peluches y calientapiiii (señor Víctor): júrole que nunca me di cuenta del enamoramiento del peluche hasta que ya era demasiado tarde, y eso sin calentamiento alguno!

6:58 p.m.  

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