jueves, julio 06, 2006

El motor de la economía

Aunque algunos sostengan lo contrario, el verdadero motor de la economía son las clases rumberas. Si la capacidad productiva de una sociedad fuese un fenómeno que dependiese únicamente del esfuerzo de sus grupos proletarios, no quedaría más remedio que concluir que la generación de riquezas sería un fenómeno estrictamente restringido al horario de 8 de la mañana a 12 del mediodía y de 2 de la tarde a 6 de la tarde.
Sin embargo, una sociedad con semejante limitación no estaría en capacidad de sobrevivir en las duras realidades de un mundo cada vez más globalizado y competitivo. Sólo la inagotable voluntad de las personas rumberas hace que la economía nacional cierre su ciclo productivo idóneo de 24 horas. Y es que, si admitimos que el ramo de la construcción es la industria que más empleos directos origina, tendremos también que reconocer que aquella que crea la mayor cantidad de puestos indirectos es la actividad rumbera.
No hay dudas de que el rumbero es un héroe de la modernidad. Por eso, tras haber culminado una extenuante jornada de trabajo, llega a su casa, no para empantuflarse o cabecear dormido como un vulgar sin oficio, sino para bañarse y vestirse para salir a la calle y pegarse una rumbita.
Dejemos de lado el inmenso coraje que se requiere para enfrentar los múltiples peligros que la nocturnidad y la inseguridad interponen a nuestro amigo el rumbero a manera de escollo: el más reciente de ellos, la letal burundanga. Centrémonos más bien en la milagrosa cadena de acontecimientos originados por la sola circunstancia de que una persona decidió rebelarse en contra del destino planificado por las autoridades del sistema.
Basta traspasar la puerta del hogar para que un rumbero comience a poner en marcha el pesado engranaje de la economía productiva. Lo hace pidiendo un taxi o conduciendo su vehículo a una estación de gasolina; ambos sectores del comercio que a esa hora estarían cerrados, sino fuese por su oportuna demanda de servicios. Posteriormente, este titán de la actividad económica proseguirá su tarea dirigiéndose a una discoteca; sitio donde entregará el coche a un valet parking y pedirá una cuba libre, no a Fidel Castro, quien nunca se la concedería, sino a un atento mesonero. Si tiene suerte, se encontrará con una hermosa chica que deseará conquistar. Razón por la cual hará llegar a los miembros de la orquesta una servilleta con el nombre de la pieza musical que deberán interpretar para iniciar así la milenaria danza de la seducción. Y todo esto, mientras los supuestos trabajadores roncan sus sueños de gloria en sus respectivas moradas.
Si el juego se va a prórroga y luego a penaltis, nuestro incansable luchador deberá efectuar una forzosa parada en la farmacia, con la finalidad de abastecerse de una cantidad mínima de preservativos que le permitan concluir triunfalmente su faena. Sin embargo, no olvidemos que no hay corrida de toros sin maestranza, por lo que nuestro Ulises urbano deberá recalar en un hotel de mediana calidad, para rentar una habitación con aire acondicionado y derecho a estacionamiento.
Pero aún cuando los planes del rumbero resulten un fracaso, y en medio de su mala estrella terminase atracado, todavía así estaría generando riquezas. Sólo que en este caso, en el sector marginal de la economía. Todo un fenómeno de producción y distribución de riqueza.
Por eso, al César lo que es del César.

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1 Comments:

Blogger Inos said...

La caña y la jodienda se constituyen en motores fundamental de la economía venezolana... es todo un tema de tesis, mi estimado Felo.

Enviaré una oportuna carta al IESA para que lo apoyen en una investigación de campo exhaustiva.

La cofradía Tabernícola tampoco tendrá reparos en ayudarle a conseguir datos de primera mano, estoy seguro.

Reciba un gran saludo.

10:31 a.m.  

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