martes, enero 17, 2012

Nosotros, los premajunches

Se jacta de creer en la igualdad, pero después confiesa que únicamente puede debatir con personas que estén a su altura de presidente y líder revolucionario (no basta con ser un premio Nóbel de Literatura). Dice respetar a las bellas mujeres, pero luego tacha de «mosca» a una diputada de la oposición. Jura soltar las riendas del Estado en caso de una derrota electoral, pero no deja de apretar con sus manos las principales magistraturas de los poderes nacionales. Pregona la construcción de una Venezuela socialista de mil años, pero no duda en asustarnos con el espantajo de que su salida en el año 2012 sólo presagia el diluvio (de donde menos se piensa sale un sacerdote maya). ¿Cómo puede alguien confiar en semejante veleta?
La enfermedad más grave del Jefe de Estado no la curará la quimioterapia, porque lamentablemente se trata de un padecimiento del espíritu. Una deformación del alma que lo lleva a despreciar el tiempo vital de sus conciudadanos, que lo hace demorar por varios minutos la presentación de la memoria y cuenta de su gestión, porque sus funciones de líder carismático interplanetario exige la sobreactuada salutación y posterior jamaqueo de las personalidades presentes en el recinto parlamentario (¿Y cómo está la cuaima? ¿Echando vaina? ¿Y los carajitos? ¿Por fin va la parrillita? ¡Yo llevo la yuca! ¡Ja,ja,ja! ¡Ah mi marciano, carajo! ¿Desde cuándo no come ese loco?). Y tras la cachaza, llega la verborrea. Ocho horas de interminable bembeo y anécdotas varias que al final se revelan estériles, porque el oído popular se prenda de una frase ajena: “Expropiar es robar”. ¡Cómo ha dolido esta banderilla!
A la antidemocrática actitud de creerse moralmente superior, Hugo Chávez suma el descaro de molestarse por ser criticado por los fracasos de su gobierno. Durante su soporífera perorata llegó incluso a decir que era políticamente inmoral achacarle responsabilidad alguna en el auge de la inseguridad. Y entonces, ¿de quién es la culpa de la anarquía y el desmadre que consume al país? ¿De la mascota de los Tiburones de La Guaira? ¿Pero acaso ha sido «Tibu» quien lleva catorce años en el poder y no para de tildar de premajunche al vulgar ser humano que ose disputarle el solio de Miraflores? Lo curioso es que tan desgarradora apelación a la responsabilidad colectiva se disipa cuando llega el momento de hablar de un éxito o de una supuesta conquista. De suerte que contar con la fortuna de unos elevados precios del petróleo no puede considerarse, en modo alguno, un logro de los venezolanos (todos ellos tarados y premajunches), sino como la consecuencia del preclaro intelecto del comandante revolucionario.
El pasado viernes 13 de enero el rey acudió desnudo a la Asamblea Nacional y sólo la diputada María Corina Machado tuvo el valor de reconocerlo. Machado no ganará las elecciones primarias de la oposición, pero sí obtendrá los honores del respeto y el agradecimiento popular. Ella ha tenido el coraje de expresar sus ideas en términos claros, sin guabineos unitarios ni cálculos electoreros. Se ha negado a hablar con la ambigüedad calculada que, según el criterio de reputados expertos electorales, captará en masa la atención de los votantes ni-ni (ni cerebro- ni corazón) en los comicios presidenciales de octubre de este año. Al recordar su voz firme y valiente, una voz de mujer que se atrevió a desafiar el unánime silencio impuesto por el miedo y la servidumbre voluntaria, siento conjurado, por escasos segundos, el triste epígrafe escogido por el español Aurelio Arteta para contextualizar su más reciente ensayo filosófico: «Quiso hablar y vio rostros que lo habían consentido todo».

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1 Comments:

Blogger Señorita Cometa said...

Me hacías falta...menos mal que apareciste, pensé que la plaga roja te habría aniquilado en alguna esquina. Cuídese Vampiro, que necesitamos todas las cabezas pensantes en ese insólito lugar llamado Venezuela.

6:17 a.m.  

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