sábado, octubre 17, 2009

Defensa de la comida chatarra

Vivimos tiempos de cobardía, de silencio reprochable. Tiempos en que casi nadie defiende aquello que le es más entrañable si ello supone plantar combate a los sectores tenidos por biempensantes en la sociedad. Tiempos en que sabrosos y venerables condumios son estigmatizados con el infamante remoquete de «comida chatarra».
En la actualidad, sólo un loco, un suicida o un condenado a las llamas infernales se atrevería a confesar, urbi et orbi, su amor por las pizzas, las hamburguesas, los choripanes, las costillitas de cochino y demás exquisiteces de la gastronomía callejera. El individuo que se animase a incurrir en semejante despropósito sería tildado de desvergonzado promotor de accidentes cerebro-vasculares, y aniquilado moralmente por los talibanes de la dieta sana y balanceada.
No se trata aquí de fungir como agente de la muerte. Todos sabemos que la temida parca cumple con suma eficiencia su tarea, y no necesita de la ayuda de ningún ejecutivo de cuentas para ver crecer sus haberes. El propósito que nos mueve es otro: solicitar un mayor recato a la hora de hacer referencia a una variedad de alimentos que nutren una parte importante de nuestra memoria emocional. No son comidas chatarras; son comidas deliciosas que ingeridas en exceso pudiesen causar complicaciones de salud.
Todo hombre inmolado en la pira sacrificial de la institución conyugal sabe muy bien que la verdadera comida chatarra es aquella preparada por las mujeres recién casadas; platillos carentes de sabor y consistencia, presentados a la mesa de modo desmañado como implacable represalia por la pérdida de la libertad ínsita a la soltería, pero también como astuta maniobra para abortar cualquier posible plan masculino de confinamiento de la esposa a los espacios de la cocina.
La denominada «comida chatarra» es -aunque luego termine matándolo- la comida del corazón. Ocasiones especiales como bodas, cumpleaños, citas amorosas y graduaciones tienen en común la posibilidad de aproximarnos por igual a seres queridos y sabores memorables, como, por ejemplo, una paella de mariscos o una parrilla. Nadie, ni siquiera un vegetariano, guarda recuerdos imborrables de reuniones y encuentros celebrados alrededor de una palangana de ensaladas y legumbres varias. En este sentido, creemos no exagerar cuando afirmamos que la remolacha, el brócoli y la vainita representan el Alzhéimer del corazón: ninguno de nosotros consigue evocar una circunstancia feliz en la que los hayamos disfrutado. Con ellos quedamos empachados de olvido.
Los «comesano», siempre obsesionados con las medidas de conversión de gramos a calorías (“¿Comerme un tequeño? ¿Está loco? ¡Si eso son más de 900 calorías!”), dicen amar los alimentos hervidos o cocinados a la plancha, pero tan pronto detectan que los compañeros de mesa se disponen a entrarle a un plato de comida sabrosa se apresuran a pedirles un poquito. ¡Son unos lambucios!
Igualmente, resulta condenable el empeño de algunas personas en escamotear los nombres más famosos de la gastronomía callejera para luego atribuírselos a los numerosos bodrios que conforman el recetario de la alimentación dizque sana y balanceada, con el fin de legitimarlos y hacerlos más pasables. Por tal razón, es fácil vaticinar que los que ayer nos cocinaron el pasticho de berenjena (¿?) o la carne de soya (¿?), mañana intenten agasajar nuestros sentidos con delicias salutíferas como el mondongo de calabacines, la fideguada de chayota o el pabellón molecular de acelgas y espinacas. Sólo agregaría la pertinencia de una cajita feliz contentiva de juegos tradicionales como el yoyo, el gurrufío y la perinola.
Hay quienes han intentado replicar en la quietud de sus hogares los altos estándares gastronómicos alcanzados en los tarantines apiñados en los espacios públicos conocidos como “Calle El Hambre”. Dichos ensayos culinarios, preparados en condiciones asépticas y controladas, jamás consiguen igualar el sabor propio de lo ambulante. Los especialistas en la materia coinciden en señalar que la clave radica en la sabia maduración de salsas y aderezos, y la creativa estructuración de los ingredientes.
La antípoda de la comida chatarra es el venerado pollo a la plancha, auténtico caballito de batalla de la buena alimentación. Sin embargo, se sabe que el consumo reiterado de esta suerte de «chola macrobiótica» favorece la aparición de cuadros depresivos y el surgimiento de brotes ginecomásticos en el caso específico de los varones. Es el elevado precio de la salud.
En definitiva, se requiere mucha fuerza de voluntad para no declinar ante las peligrosas bondades de la empanadoterapia. Como señala Hanif Kureishi en su novela Intimidad: “¡Qué perturbador es el deseo! Es un demonio que nunca duerme ni se está quieto. El deseo es travieso y no se pliega a nuestros ideales, y por eso tenemos tanta necesidad de ellos. El deseo se mofa de todos los esfuerzos humanos y los hace dignos de consideración. El deseo es el anarquista primigenio y el primer agente secreto; no es sorprendente que la gente quiera verlo arrestado y a buen recaudo. Y justo cuando creemos que lo tenemos bajo control, nos defrauda o nos llena de esperanza. El deseo me hace reír porque nos convierte a todos en idiota”.

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5 Comments:

Blogger Inos said...

Le puso el cascabel al gato macrobiótico, amigo Vampiro. Parafraseando a mi abuela, no vale la pena comer algo "desabrido como beso e' boba".

¡Buen provecho!

3:23 p.m.  
Blogger Desde La Barra said...

comer!...

diria Gustavo Aguado tocando su bajo imaginario contra el pecho

7:17 p.m.  
Blogger Valentina Guzmán Ramos said...

Y yo que pasé el fin de semana en Choroní viendo y escandalizándome de las gordas que se meten 3 empanadas de desayuno... pero para qué negarlo, yo con mi manzana y en lo que tuve un chance le quité la puntica de la empanada de pabellón a mi pobre novio que no está con cuentos a la hora de comer!
Congrats Rafael, as usual.

4:29 p.m.  
Blogger Vero said...

AMO LA COMIDA CHATARRA!!!!!
esta bien,no es para comerla todos los días
Tantos delivery d pizza que me han traido tan felicidad :) HACE BIEN AL ALMA!!!!

2:50 p.m.  
Anonymous Margaret Añacata said...

no estoy acuerdo con esto la comida chatarra ase mal al intestino y te engorda

10:29 p.m.  

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