jueves, enero 04, 2007

Año nuevo, vida nueva

La noticia nos ha llegado a través del diario sensacionalista Se & Hör: La cantante estadounidense Britney Spears, ha prometido, tras el sonido de las tradicionales doce campanadas del Año Nuevo, renunciar por completo al sexo durante los primeros seis meses del 2007.
La primera sorprendida por tan drástico anuncio ha sido, sin duda, la mismísima reina del pop, quien sufrió un desvanecimiento en pleno escenario, acaso tras analizar con mayor detenimiento las verdaderas implicaciones de su abstinencia sexual. Spears se encontraba trabajando como anfitriona de fin de año en el Ceasar Palace de Las Vegas.
Pero esta es apenas una de las muchas historias nacidas del empeño humano por plantearse metas extravagantes tan pronto se trasponen las primeras horas de un nuevo año. Buenos propósitos que, al carecer del combustible suficiente, están condenados a quedarse varados en medio del camino y fallecer allí, como simples amagos de rebeldía.
No bien termina de retumbar la duodécima campanada cuando el carismático sujeto con barriga de gaitero pregona a los cuatro vientos su decisión de adoptar una dieta estricta, que no conocerá ni de dulces ni de frituras. “Ya tú veras mi pana que del tiro saldré en las promociones de Out Fat y de la Medicina Sistémica. Además, me voy a meter en un gimnasio cartelúo y voy a sacar unos abdominales tan bien definidos que parecerán tabletas de chocolate”, afirma en medio de la incredulidad de su audiencia.
En una esquina del guateque, el borrachito fuerza su lengua estropajosa para invitar a todos a levantar su copa por un 2007 libre de alcohol: “Hermanos reflexionen, este camino no los llevará a ninguna parte ¡hip! Si ustedes no manejan la caña ¡hip!, la caña los manejará a ustedes ¡hip! Por eso les digo que este año nuevo a mí me conocerán como el dromedario, porque, lo que soy yo, lo único que beberé será agua. He dicho”.
Mientras tanto la fumadora compulsiva, dispuesta como está a forrar su cuerpo con parches antitabaco para recuperar su menguada salud, arrojará con cierta melancolía las volutas de su último cigarrillo; y el promiscuo renunciará al placer de la carne para adentrarse en las insondables profundidades del amor espiritual, con la fidelidad como pauta inconmovible de comportamiento sexual.
Toca el turno al mentiroso, quien no tendrá necesidad de ser citado por ningún juez para jurar, ¡oh sorpresa!, decir la verdad y nada más que la verdad. Enternecedor testimonio que servirá como acicate a uno de los miembros menores de la prolífica parentela del engaño: el famosísimo hombre impuntual, elemento que se fijará como objetivo para el nuevo año hacer acto de presencia sin mayores dilaciones en cada una de las citas que nutren su agenda social.
Y es que el catálogo de buenos propósitos raya en lo milagroso: el flojo buscará trabajo, el viejo rejuvenecerá a punta de cirugías, el desertor educativo retomará sus estudios, el aburrido emprenderá una vida extrema, el apostador se retirará del juego, el celópata confiará en su pareja y el manoseador de autobús respetará a las damas…
Ojalá Dios les conceda la voluntad necesaria para que puedan cumplir con sus ambiciosas empresas. O, en el peor de los casos, que Belcebú se apiade de sus adoloridas almas y les envíe sin más demoras un nuevo resabio. Porque ya lo dijo Bertolt Brecht: “Un hombre debe tener por lo menos dos vicios. Uno solo es demasiado”.

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