lunes, junio 02, 2008

La trampa del gerundio



Más que una forma no personal del verbo o una oración subordinada de carácter adverbial, el gerundio constituye el corazón gramatical de todas las piezas discursivas esgrimidas por flojos y simuladores. Basta con preguntarle a un haragán sobre el estatus de la tarea previamente asignada, para encontrarnos casi de forma automática con una única respuesta: “Estamos trabajando en eso”.
Días después, ya sentado frente al computador de su oficina, este mismo sujeto, ducho en las artes del incumplimiento y la postergación, no lo pensará dos veces para sazonar su cacográfico escrito con una buena ración de palabrejas terminadas en -ando, -iendo o -yendo; método nada casual, que pone de manifiesto la cabal comprensión de las implicaciones semánticas y psicológicas contenidas en el gerundio.
En este sentido, el periodista español Álex Grijelmo nos explica, en su imprescindible libro La gramática descomplicada, que “el gerundio simple se encarga de mostrar algo que dura, y dura, y dura. Es decir, una «acción durativa» que transcurre sin que se determinen gramaticalmente su principio ni su final; una actividad que se encuentra en permanente grado de ejecución”.
El gerundio es esa suerte de pila alcalina que le permite al funcionario negligente ocultar su incompetencia, y proyectar ante la colectividad una calculada adicción a la faena productiva (“¡Aquí estamos hermanito: echándole bolas las 24 horas!”). Por eso observamos cada día un mayor número de gerentes públicos y privados que, en trance de justificar sus elevados emolumentos y beneficios socioeconómicos, no les tiembla el ojo al afirmar que están analizando, que están adelantando, que están trabajando. Poco les falta para señalar, como si de reguetoneros sin flow se tratase, algo parecido a la siguiente cantaleta: “Y estamos perreando, y estamos sandungueando, y junto con el pueblo aquí estamos gozando”.
Pero aunque a primera vista parezca algo anecdótico, lo cierto es que el problema ya tiene ribetes internacionales. Hace nueve meses, en Brasilia, el gobernador José Roberto Arruda, aprobó un polémico decreto mediante el cual quedó prohibida la utilización del gerundio en las comunicaciones oficiales de la jurisdicción. Al ser consultado por la prensa de su país, el mandatario razonó las causas de la medida: “He perdido la paciencia con algunos miembros de mi propio gobierno que siempre están «haciendo», «consiguiendo», «estudiando», «enviando» o «preparando», pero nunca terminan sus trabajos ni establecen fechas para su finalización. La experiencia me ha demostrado que, lamentablemente, el uso de gerundio se ha convertido en una plaga que revela nuestra ineficacia en la prestación de los servicios públicos”.
La realidad cotidiana demuestra que de muy poco valen las denuncias sobre el velado mecanismo de manipulación psicológica. A diario se observa como la apoteosis del gerundio incrementa su intensidad; marcha triunfal que no se detiene ante detalles tan retrógrados y baladíes como suelen ser las reglas de uso. De hecho, es común observar como los requisitos de simultaneidad y función adverbial son despreciados olímpicamente por esta pandilla de ignorantes que, en su zafiedad, sólo piensan en transmitir la supuesta perennidad de sus afanes y esfuerzos.
No cabe duda de que estamos en presencia de una anomalía del habla venezolana; una inquietante tendencia que nos hace recordar la aguda reflexión formulada por el austriaco Karl Kraus -descubridor, según su biógrafo Eric Heller, de los vínculos entre la falsa sintaxis y la estructura deficiente de una sociedad-: “Ha sido en sus palabras y no en sus actos donde yo he descubierto el espectro de una época”.
A pesar de los anatemas proferidos por los sumos sacerdotes del nacionalismo y la autoestima complaciente, sentimos necesario indicar que mientras no desmontemos las ficciones discursivas de cuanto vivaracho se declare por allí fanático del trabajo creador, fecundo y liberador, nuestro país no pasará de ser una hermosa tierra asolada por habladores y escribidores de paja.
No estaban pues descaminados los antiguos cuando acuñaron el inmortal latinajo de «Res non verba».

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1 Comments:

Blogger Inos said...

Estamos trabajando intensamente en la aplicación de sus inspiradas sugerencias, en el marco del mejoramiento de nuestra administración pública, con el fin irrestricto de coadyuvar el desarrollo integral de las políticas que remiten a los más altos intereses del país nacional.

Estamos en ello, con enjundia y gerundio, además de otros duetos musicales.

Saludos.

2:57 p.m.  

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