jueves, junio 21, 2007

La sabiduría de los cobardes

"Hay una violencia que a mí
me parece de lo más peligroso:
la violencia del silencio.
El silencio es uno de los factores
más terribles del siglo XX.
Sería muy importante una campaña
para que la gente que sabiendo lo que
pasa, se lo calla, comprendiese que
comete violencia"

José María Castillo.
Teólogo español

En opinión de muchas personas, taxis y autobusetes son más que meras unidades de transporte público; representan, en su conjunto, recintos ambulantes de sabiduría. Unos son celebrados por la erudición de sus conductores, seres locuaces capaces de disertar con solvencia acerca de lo humano y lo divino. Los otros, en cambio, son famosos por el invalorable conocimiento que transmiten a sus usuarios, a través de calcomanías de textos jocosos.
Quién de nosotros no ha detenido su mirada ante carteles del tipo “Si su hija sufre y llora es por un chofer señora”, “Que Dios te dé el doble de lo que tú me deseas a mí” o “El que limpia no está; el que está no es el que limpia; y como usted no es el que limpia, deje todo como está”. Sin embargo, ninguna de esas joyas tiene el brillo desprendido por la inquietante frase “el bruto grita, el inteligente habla y el sabio calla.”
Siempre me ha llamado la atención esta curiosa concepción de la sapiencia que, como por arte de magia, convierte en una especie de Séneca redivivo al sujeto pusilánime que guarda silencio ante los abusos del conductor que lo lleva a su destino. La música estridente, ningún malestar le despierta; el irrespeto de las paradas, ningún comentario le merece; la velocidad en exceso, ninguna queja le origina.
Confieso que no sé que en momento de nuestras vidas a esta acomodaticia concepción de la sabiduría le dio por bajarse del autobús. No sé en que instante de estos agitados días su práctica se expandió como epidemia, y logró acallar las voces de tantos ciudadanos, que identificaron en el mutismo la mejor manera de estar con Dios y con el diablo.
No todas las personas abrazaron el silencio de igual forma. Los más humildes entre nosotros, por ejemplo, nunca sintieron la necesidad de justificar su sabia decisión. Acaso pensaron, muy en sus adentros, que su condición de eternas víctimas les servía para conjurar cualquier recriminación. Los más cultivados, en cambio, no dudaron en vestir su calculado voto de silencio con los hábitos de la objetividad. Ni tirios ni troyanos. Ni izquierda ni derecha. Ni reacción ni revolución. ¿Por qué tomar posición? Siempre ha sido más inteligente esperar el desapasionado veredicto del tribunal de la historia. Sin embargo, la pluma de Arturo Uslar Braun nos advierte: “Hay algo de degradante en la limpieza desde que Poncio Pilatos se lavó las manos. Hay infamia en la imparcialidad desde que Pilatos fingió ser balanza”.
Pero hay algo peor que el silencio: la repetición interesada de palabras falsas que crean realidades falsas. Es el caso de aquellos que se refieren a la cuarta y la quinta república a pesar de que saben que aquí en Venezuela nunca hubo una tercera restauración monárquica o una tiranía entre la democracia dizque “puntofijista” y la democracia “chavista”. Los mismos que insisten en llamar Poder Legislativo a un grupo de asambleístas que renunciaron a su sagrada función de legislar. Los mismos que llaman bachilleres de la República a sujetos intelectualmente engañados que se gradúan en dos años sin jamás haber visto contenidos de física, química y matemáticas. En fin, aquellos que no hablan del cierre de un canal, porque estiman más justo hacerlo del cese de una concesión. La de RCTV, por supuesto, porque la de ellos, ante la mentira, está muy lejos de caducar.
El peligro de esta escogencia moral lo expone Víctor Klemperer cuando nos señala: “El lenguaje no sólo crea y piensa por mi, sino que guía a la vez mis emociones, dirige mi personalidad psíquica, tanto más cuanto mayores son la naturalidad y la inconciencia con que me entrego a él. Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y al cabo del tiempo se produce el efecto tóxico. (...) El lenguaje del vencedor no se habla impunemente”.

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1 Comments:

Blogger Inos said...

Como diría cierto amigo abogado: "En este aspecto,declaro en alta e inteligible voz que no tengo nada que decir".

10:34 p.m.  

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