viernes, junio 07, 2013

Blanco nocturno

Un mulato puertorriqueño asesinado en la pampa argentina. Dos bellas gemelas que comparten todo, incluso los amantes. Un viejo detective que descansa en un manicomio para ordenar sus ideas. Una fábrica espectral regentada por un empresario de proyectos alucinados. Un periodista que se excita cuando escucha de labios femeninos frases en pretérito perfecto del indicativo. Todo esas excentricidades conforman Blanco nocturno (Anagrama, 2010), obra ganadora de la XVII edición del premio de novela Rómulo Gallegos.
Debieron transcurrir trece años, desde la publicación de Plata quemada, para que Ricardo Piglia pudiese entregar a sus lectores un nuevo trabajo narrativo. El acontecimiento que encierra este regreso no ha podido ser más auspicioso y se expresa cabalmente en la inmediata obtención de importantes reconocimientos literarios (Premio de la Crítica de la Narrativa Castellana 2010 y Premio Dashiell Hammet).
Aunque algunos críticos inscriben a Blanco nocturno en la tradición de la novela policiaca, sería insuficiente decirle al lector que se ocupará únicamente de la resolución de un crimen, dado que la muerte de Tony Durán, un latin lover de visita en el campo argentino, también sirve de excusa para la construcción de una novela íntima, familiar, que orea los secretos del clan Belladona: de las hermanas Ada y Sofía, de los abandonados Lucio y Luca (las mujeres dejan a sus hijos porque no soportan que se parezcan a sus padres).
«Todas las historias familiares son parecidas, los personajes se reproducen y se superponen: siempre hay un tío que es un tarambana, una enamorada que se queda soltera, hay siempre un loco, un ex alcohólico, un primo al que le gusta vestirse de mujer en las fiestas, un fracasado, un ganador, un suicida», nos deja saber la voz que administra el relato. Sin embargo, en tan curiosa galería de personajes familiares notamos la ausencia del empresario obsesionado, del industrial alucinado tras la estela de un proyecto tan faraónico como imposible. Y en el caótico universo pigliano este papel lo representa Luca Belladona.
Encerrado en los galpones de una antigua fábrica de vehículos, Luca Belladona vive su vida como el protagonista de una ficción paranoica, novedoso género literario, según Piglia, en el que nadie comprende lo que está pasando, en el que todos son sospechosos y todos son perseguidos, en el que las pistas son contradictorias y mantienen las sospechas en el aire, en el que la víctima es el protagonista y el centro de la intriga.
«Sólo un pequeño grupo de iniciados, una extrema minoría, puede guiarnos a las altas verdades ocultas. Pero ese círculo iniciático de conspiradores -que comparten el gran secreto- actúa con la convicción de que hay un traidor entre ellos y por lo tanto dice lo que dice y hace lo que hace sabiendo que va a ser traicionado. Lo que dice puede ser descifrado de múltiples formas, e incluso el traidor desconfía del sentido expreso y no sabe bien qué decir o qué delatar (…) Hay un traidor entre nosotros, ésa debe ser la consigna básica de todas las organizaciones», dice Luca, el héroe alucinado.

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