domingo, enero 06, 2008

El lado oscuro de la libertad


Barry Schwartz, profesor de Teoría y Acción Social en Swarthmore Collage (Pensilvania, Estados Unidos), no burla las expectativas de los lectores cuando en las páginas iniciales de su libro promete explorar y explicar el lado oscuro de la libertad.
Para cumplir con este objetivo, el autor se vale de una llamativa tesis que, a fuerza de desmentir la intuición humana, llega inclusive a ser controversial: la libertad de elección de una persona puede degenerar en una auténtica tiranía de la elección, cuando se registra un incremento desmesurado en el número de opciones a ser evaluadas en la relación diaria con temas como alimentación, educación, asistencia médica, crecimiento profesional o entretenimiento
“La libertad de elección no siempre nos hace más libres. De hecho, una mayor gama de bienes y servicios puede contribuir poco o nada a darnos el tipo de libertad que verdaderamente importa. Incluso puede hacernos menos libres al quitarnos un tiempo y una energía que mejor haríamos en dedicar a otros asuntos (…) Estas conclusiones contradicen la creencia popular de que cuando más opciones tengamos más felices seremos; de que la mejor manera de obtener buenos resultados es ponerse metas muy altas; y de que siempre es mejor retractarse de una decisión que no”, reflexiona Schwartz.
El progreso siempre ha consistido en la búsqueda de actividades que redunden en crecientes ahorros de tiempo y energía. Una preocupación que ha servido de motor a los pueblos en su histórica lucha por superar la impráctica laboriosidad de las actividades humanas primitivas, tales como la recolección de comida o la agricultura de subsistencia, para abocarse exitosamente al desarrollo de la artesanía, el comercio, la tecnología y la fabricación de productos con valor agregado. Pero, en opinión del psicólogo norteamericano, esta tendencia ha venido siendo revertida, porque los hombres modernos han vuelto a adoptar un comportamiento semejante al de las épocas de recolección, debido al considerable tiempo que deben emplear para recabar información y tomar sus decisiones.
A la hora de estudiar el proceso de toma de decisiones, Schwartz identifica dos tipos de personalidades: los satisfactores y los maximizadores. Los primeros se caracterizan por seleccionar una alternativa suficientemente buena, sin preocuparse por la posibilidad de que exista otra mejor. Los segundos destacan por su obsesión de querer tomar, en todo momento, la decisión óptima, perfecta.
Sin embargo, como estrategia de decisión la maximización puede resultar una tarea complicada; una estrategia que se va haciendo aún más difícil con cada nuevo incremento en el número de opciones. Según Schwartz, el aumento de oportunidades de elección presenta tres efectos negativos: hace que tomar una decisión requiera un mayor esfuerzo, incrementa la probabilidad de incurrir en errores e intensifica las consecuencias psicológicas de una mala escogencia.
Un retrato hablado de un maximizador dejaría observar los siguientes rasgos: le interesa las clasificaciones o rankings de calidad, es dado a la autocrítica enfermiza, sufre bloqueos creativos por su afán perfeccionista, pasa mucho tiempo pensando en los caminos no andados y en las acciones no concretadas, disfruta menos de los hechos positivos y, finalmente, tarda más en recuperarse de un disgusto cuando le ocurre algo malo.
En cuanto al comportamiento de compra, el maximizador compara más los productos entre sí que el satisfactor; también tarda más tiempo en adquirir la mercancía y es más propenso a arrepentirse luego de salir de la tienda comercial. De hecho, es a partir de ese instante que cae en la trampa mental de pensar en la superioridad de todas aquellas alternativas que decidió desechar.
Llama la atención el análisis del desgaste psicológico asociado con los denominados bienes posicionales; es decir, aquellos bienes y servicios cuya adquisición refuerzan el estatus que busca proyectar la persona en la sociedad. En palabras de Schwartz: “Es como estar en un campo de fútbol atestado de gente viendo un partido crucial. Un espectador que está en la fila de delante se levanta para ver mejor, y eso provoca un comportamiento en cadena. Al poco rato todo el mundo está de pie, sencillamente para poder ver como veían antes. En lugar de estar sentados, todos están de pie, pero no ha mejorado la posición de nadie. Y a alguien que unilateralmente y de forma resolutiva se niegue a estar de pie, lo mismo le daría no estar en el partido. Cuando se persiguen bienes que son posicionales, es imposible no entrar en una lucha sin cuartel. Elegir no luchar equivale a perder”.
La ansiedad causada por la duda de haber descartado las mejores opciones se agudiza cuando la persona toma conciencia del concepto de coste de oportunidad, inevitablemente atado a cualquier decisión: Si aceptamos el trabajo cerca de nuestra pareja estaremos lejos de nuestros padres; si viajamos de vacaciones a la playa no podremos disfrutar de cines y teatros. Los economistas recomiendan que los sujetos terminen su “contabilidad subjetiva” con el análisis de los beneficios contenidos en la segunda mejor alternativa. Sin embargo, los maximizadores, en su afán perfeccionista, incluyen en su “contabilidad subjetiva” todas las opciones distintas a la elección definitiva, lo que en la práctica equivale a efectuar una sumatoria de todos los costes de oportunidad.
“La satisfacción derivada de la opción elegida disminuirá al ir aumentando el número de opciones que deben ser tomadas en consideración y al irse acumulando, en consecuencia, los aspectos positivos asociados a las opciones rechazadas. Se trata de una de las causas más importantes de por qué el aumento del número de opciones puede ir en detrimento de nuestro bienestar. No nos quitamos de la cabeza las opciones que rechazamos y vemos como la satisfacción derivada de la opción escogida se diluye entre todas las opciones consideradas pero no elegidas, lo que provoca una gran decepción”, explica el autor de Por qué más es menos.
Otros factores que causarían mella en el ánimo del hombre sometido a la tiranía de la abundancia serían la formación de expectativas exageradas y la tendencia irrefrenable a la comparación, casi siempre en dirección ascendente, esto es, bajo la luz de los hábitos y costumbres de la clase social inmediatamente superior o de referencia.
En este libro se hace hincapié en la dificultad que supone ser libre. En claro contraste con la facilidad de llegar a pensar, de manera equivocada, que en cada una de nuestras decisiones quedan transparentados los rasgos más íntimos de nuestra personalidad: “Nuestro individualismo exacerbado significa que no sólo esperamos la perfección en todo, sino que esperamos alcanzar esa perfección en nosotros mismos. Cuando inevitablemente fallamos, la cultura del individualismo nos hace dirigirnos hacia las explicaciones causales basadas en los factores personales más que en los universales. Es decir, esta cultura ha establecido un tipo aceptable y ‘oficial’ de explicación causal, por el que se anima al individuo a culparse a sí mismo por el fracaso. Ése es el tipo de explicación causal que induce a la depresión cuando debemos enfrentarnos a un fracaso”.
Llegados a este punto, muchos lectores verán en Barry Schwartz un enemigo de la libertad; un miembro más de la tropa de Benito Mussolini, el mismo que decía: “Hay libertades; la libertad no ha existido nunca”. Otras personas, menos radicales, quizás lo despachen como un provocador, como uno más de los discípulos del filósofo francés Michel Onfray, quien desde un estrado universitario nos dice: “La idea del dolor es cristiana. Tenemos el libre albedrío. Si uno hace mal uso de él, es culpable y puede ser encerrado. Pero sabemos que hay determinaciones, que la necesidad existe. El libre albedrío que afirman los cristianos parte del principio de que el hombre es libre, de que conoce el bien y el mal. Se ha hecho imperativo postular que el hombre es libre para poderlo castigar, porque el que decide siempre es responsable. Sin embargo, es evidente que el hombre no es libre, que la libertad no existe”.
Pero no es así. Barry Schwartz lo que propone es un mejor uso de la libertad, que parte de la necesidad del hombre moderno de adoptar la forma de vida propia de los satisfactores, guiada por los siguientes principios:

Sería positivo aceptar voluntariamente algunas restricciones a nuestra libertad de elección, en vez de rebelarnos contra ellas.
Sería positivo aspirar a lo bueno que a lo mejor.
Sería positivo rebajar las expectativas en cuanto a los resultados de nuestros actos.
Sería positivo si las decisiones que tomáramos fueran irreversibles.
Sería positivo prestar menos atención a lo que están haciendo las personas que nos rodean.

En palabras de Schwartz: “El éxito de la modernidad ha resultado ser agridulce, y a donde quiera que miremos vemos que el factor que más ha contribuido a ello es la abundancia de opciones. Tener demasiadas opciones produce una sensación psicológica de desasosiego, sobre todo cuando se mezcla con el arrepentimiento, la preocupación por el estatus, la adaptación, la comparación social y, quizá lo más importante, con la maximización o deseo de tener lo mejor de todo (…) Concientizar esto hará que nos cueste menos adoptar la norma de ‘dos opciones son mi límite’ y aprender a vivir con ella. Merece la pena intentarlo”.
Visto bajo ese extraño prisma, los venezolanos, quién lo diría, hasta deberíamos dar gracias a Dios por vivir sumergidos en un clima de polarización.

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2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

excelente reseña Don Rafael!!!

la libertad siempre será más difícil de aceptar, por eso muchos prefieren un mejor amo a ser libres...

pura "moral de esclavo" como repetía el viejo Nietzsche...

un abrazo y excelente 2008

J

10:53 p.m.  
Blogger Inos said...

Interesante. Pescaré el libro del Sr. Schwartz para darle mi opinión, amigo Vampiro. Casualmente estoy por empezar un libro de m. Michel Onfray ("Antimanuel de Philosophie").

¿Me hace más libre el ser liberal? era precisamente la pregunta que me hacía hace un tiempo al leer textos de autores que iban desde Gustavo Livon a Heath & Potter. La argumentación de ellos me pareció tan supina como los argumentos más "comeflor" de la izquierda.

Supongo que el Superhombre será feliz a fuerza de pura voluntad, para seguir con el buenazo de Nietzsche, aquí citado por don Joaquín.

En fin, leo y le cuento.

Muchos saludos.

11:52 a.m.  

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