Eticoterapia
No creo que los expertos en publicidad y mercadotecnia, quienes se jactan de crear la mar de necesidades en usuarios y consumidores, logren producir un anhelo colectivo que pueda competir, por lo menos en intensidad, con el venezolanísimo requerimiento de probidad administrativa. Las crecientes señales de humo emitidas por la sociedad civil han sido divisadas por un nutrido grupo de vendedores de ilusiones, que no otra cosa parecieran ser esos señores conocidos coloquialmente como precandidatos electorales.
El afán por atender la necesidad insatisfecha ha supuesto un gran reto para los gurúes del mercadeo político. El objetivo es claro: dar con un producto que logre traducir las actuales preferencias colectivas en caudales de votos y fuentes de financiamiento. Ha sido de esta manera como los venezolanos hemos topado con la Eticoterapia, suerte de cartílago de tiburón que sirve para aliviar todos los males de la República.
El eticoterapista, a medio camino entre el predicador religioso y el conductor de talk show, aprovecha cualquier oportunidad para aleccionar a las masas, a menudo con el auxilio de un pegajoso reggaeton, sobre la necesidad de enarbolar las raídas banderas del decoro y la honestidad. Lo tragicómico es que en sus esfuerzos por rescatar la moral y buenas costumbres arremete, con descomunal saña, en contra del idioma, la inteligencia y el buen gusto. Conceptos clave del corpus ético son dejados de lado. Sus ausencias son suplidas por efusiones anímicas y una incomprensible gritería, que a veces es complementada con estremecimientos pretendidamente orgásmicos.
En su voracidad el eticoterapista ha ampliado su radio de acción. Con especiosos argumentos ha logrado conquistar valiosos espacios en el ámbito privado, específicamente en el competitivo y globalizado mundo de la cultura corporativa, la cual como su media hermana -la cultura popular- tiene amigos a montones. Es allí, en el escenario empresarial, donde pontifica en torno a la necesidad de ejecutar una “agresiva” política de adecentamiento gerencial y ejecutivo, con miras a minimizar costos y maximizar ganancias. Al final de la hojarasca, el mensaje parece ser bastante claro: Abrazar la ética no por convicción, sino por producción.
Lo lamentable de la situación descrita es que los eticoterapistas de marras tienden a reproducirse a velocidad viral, gracias a la profusión de tribunas públicas donde campean la superficialidad del debate y la exultación propia de toda práctica esnobista. A nadie le hace falta consultar un mazo de cartas del tarot, o alguna relumbrante bola de cristal, para saber, con plena conciencia, que los eticoterapistas no forman parten de la solución.
Etiquetas: Ética, Logorrea, Posmodernismo
3 Comments:
Castoriadis era comunista...ojo
Correcta la observación amigo anónimo. Pero usted me permitirá la acotación de que en su debido tiempo el pensamiento de izquierda de Castoriadis marcó distancia del totalitarismo comunista. Posteriormente criticaría la maroma intelectual de los descarados pecios y derrelictos teóricos de la extrema izquierda (enemigos de la libertad), agrupados bajo el pomposo nombre de movimiento postmodernista. Castoriadis fue comunista, pero no murió como tal. Reciba un cordial saludo y gracias por visitar la página.
Excelente articulo Vampiro, no solo el contenido sino lo impecable de la redaccion, no entiendo lo de "ojo", ser comunista no es una enfermedad ni una tara psicologica que anule el derecho a escribir algo hermoso, pero bueno, anonimo sabra, hace un tiempillo lei que Claude De Boussy, compositor impresionista frances que en mi opinion compuso piezas de las mas hermosas existentes era un tipo de ultraderecha, me sorprendio porque siendo yo hijo de izquierdistas imaginaba al señor Claude como un claro creyente en los derechos humanos y en la distribucion igualitaria de los bienes...pero no, bue, me fui a otra cosa, felicitaciones vampiro y espero el proximo post, un abrazo
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