miércoles, junio 18, 2008

Eticoterapia

¿Quién de nosotros ha logrado escapar de la eterna y quejumbrosa cantinela sobre un país rico saqueado salvajemente por una minoría de políticos y empresarios corruptos? ¿Quién de nosotros alberga dudas acerca de la importancia de la honradez individual como catalizador fundamental de una cruzada por la regeneración nacional?
No creo que los expertos en publicidad y mercadotecnia, quienes se jactan de crear la mar de necesidades en usuarios y consumidores, logren producir un anhelo colectivo que pueda competir, por lo menos en intensidad, con el venezolanísimo requerimiento de probidad administrativa. Las crecientes señales de humo emitidas por la sociedad civil han sido divisadas por un nutrido grupo de vendedores de ilusiones, que no otra cosa parecieran ser esos señores conocidos coloquialmente como precandidatos electorales.
El afán por atender la necesidad insatisfecha ha supuesto un gran reto para los gurúes del mercadeo político. El objetivo es claro: dar con un producto que logre traducir las actuales preferencias colectivas en caudales de votos y fuentes de financiamiento. Ha sido de esta manera como los venezolanos hemos topado con la Eticoterapia, suerte de cartílago de tiburón que sirve para aliviar todos los males de la República.
El eticoterapista, a medio camino entre el predicador religioso y el conductor de talk show, aprovecha cualquier oportunidad para aleccionar a las masas, a menudo con el auxilio de un pegajoso reggaeton, sobre la necesidad de enarbolar las raídas banderas del decoro y la honestidad. Lo tragicómico es que en sus esfuerzos por rescatar la moral y buenas costumbres arremete, con descomunal saña, en contra del idioma, la inteligencia y el buen gusto. Conceptos clave del corpus ético son dejados de lado. Sus ausencias son suplidas por efusiones anímicas y una incomprensible gritería, que a veces es complementada con estremecimientos pretendidamente orgásmicos.
En su voracidad el eticoterapista ha ampliado su radio de acción. Con especiosos argumentos ha logrado conquistar valiosos espacios en el ámbito privado, específicamente en el competitivo y globalizado mundo de la cultura corporativa, la cual como su media hermana -la cultura popular- tiene amigos a montones. Es allí, en el escenario empresarial, donde pontifica en torno a la necesidad de ejecutar una “agresiva” política de adecentamiento gerencial y ejecutivo, con miras a minimizar costos y maximizar ganancias. Al final de la hojarasca, el mensaje parece ser bastante claro: Abrazar la ética no por convicción, sino por producción.
Lo lamentable de la situación descrita es que los eticoterapistas de marras tienden a reproducirse a velocidad viral, gracias a la profusión de tribunas públicas donde campean la superficialidad del debate y la exultación propia de toda práctica esnobista. A nadie le hace falta consultar un mazo de cartas del tarot, o alguna relumbrante bola de cristal, para saber, con plena conciencia, que los eticoterapistas no forman parten de la solución.
No es ético dejar sola a la ética. Debemos actuar rápidamente, antes que la interesada orientación del debate deje vacía de significado una causa tan noble. En este sentido, la reflexión formulada por el filósofo francés de origen griego Cornelius Castoriadis pudiese convertirse en un valioso punto de partida: "Atravesamos una mala época. Es la época donde se ha inventado ese término soberanamente ridículo de ‘postmodernismo’, para esconder la esterilidad ecléctica, el reino de la facilidad, la incapacidad de crear, la evacuación del pensamiento en provecho del comentario en el mejor de los casos, de los juegos de palabras o de la eructación, con más frecuencia. Época de parasitismo y de pillaje generalizado (...) Debemos asumir que pensar no consiste en salir de la caverna ni en sustituir la incertidumbre de las sombras por los contornos bien definidos de las cosas mismas, la claridad vacilante de una llama por la luz del verdadero sol. Pensar consiste, ni más ni menos, en entrar en el laberinto”.

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3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Castoriadis era comunista...ojo

11:29 p.m.  
Blogger Rafael Jiménez Moreno said...

Correcta la observación amigo anónimo. Pero usted me permitirá la acotación de que en su debido tiempo el pensamiento de izquierda de Castoriadis marcó distancia del totalitarismo comunista. Posteriormente criticaría la maroma intelectual de los descarados pecios y derrelictos teóricos de la extrema izquierda (enemigos de la libertad), agrupados bajo el pomposo nombre de movimiento postmodernista. Castoriadis fue comunista, pero no murió como tal. Reciba un cordial saludo y gracias por visitar la página.

9:29 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

Excelente articulo Vampiro, no solo el contenido sino lo impecable de la redaccion, no entiendo lo de "ojo", ser comunista no es una enfermedad ni una tara psicologica que anule el derecho a escribir algo hermoso, pero bueno, anonimo sabra, hace un tiempillo lei que Claude De Boussy, compositor impresionista frances que en mi opinion compuso piezas de las mas hermosas existentes era un tipo de ultraderecha, me sorprendio porque siendo yo hijo de izquierdistas imaginaba al señor Claude como un claro creyente en los derechos humanos y en la distribucion igualitaria de los bienes...pero no, bue, me fui a otra cosa, felicitaciones vampiro y espero el proximo post, un abrazo

4:52 a.m.  

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