domingo, octubre 04, 2009

Durmiendo con el hacker

Los hackers más letales no se encuentran en internet. Son, más bien, presencias familiares que comparten nuestras camas y duermen con nosotros. Hermosas y disimuladas espías que para saciar sus ansias de información no han tenido que aprender complicadas técnicas de creación de virus, encriptación de datos o manejo estratégico de lenguajes de programación.
Para conocer los rigores de una auditoría femenina no es necesario convertirnos en un funcionario público de alto nivel; sólo se requiere que ellas cuenten con una ligera sospecha de infidelidad o con la autorización solidaria de la madre o de la mejor amiga para que practiquen, de manera expedita, las pruebas periciales de teléfonos celulares y correos electrónicos.
Tales afirmaciones no surgen de un posible arrebato misógino de este cronista, sino, por el contrario, de las conclusiones arrojadas por un estudio de opinión organizado por la empresa Sony Ericsson y la firma encuestadora Ipsos Consulting, a fin de conocer los usos y tendencias de la telefonía móvil en una muestra de mil mujeres españolas, con edades comprendidas entre 16 y 45 años, pertenecientes a diferentes estratos socioeconómicos.
“Además de usarlo para ligar, el teléfono móvil puede servir también para descubrir infidelidades. Una de cada tres mujeres reconoce que espía los mensajes del móvil de su pareja. Una táctica que le ha servido a más del 20 por ciento de las damas encuestadas para descubrir una traición de su pareja a través de un SMS”, señala un cable reseñado en el portal ibérico qué.es.
En verdad, son escasos los celulares que salen desembarazados de una auditoría sorpresa, dado que por lo general las personas suelen guardar en sus buzones los mensajes más candentes para tenerlos disponibles en momentos de excitación o de tambaleante autoestima. Y es que nada puede resultarnos tan malo en la vida cuando al menos alguien nos hace saber, vía mensajito de texto, el importante sitial que ocupamos en sus afectos.
El componente multimedia de la comunicación moderna ha supuesto un fuerte desafío para las habilidades de las detectives del ocio. De ahí que las pesquisas clandestinas, luego de haber sido enfocadas hacia la revisión del directorio telefónico y los clásicos apartados «llamadas recibidas» y «llamadas realizadas», se centren en el análisis pormenorizado de los archivos de audios, fotos y videos, con la intención de detectar calendarios eróticos amateur o películas gonzo de bajo presupuesto. En algunas ocasiones, las émulas de Torquemada han logrado dar con la identificación de un prófugo de la lealtad debido a las pruebas forenses practicadas al listado de ringtones (“Tas pillao, pillao, pillao”, La chicas del can, dixit).
Las redes sociales tipo Facebook favorecen mucho el trabajo de los celópatas 2.0. De hecho, los denominados perfiles de usuario se transforman en una suerte de páginas «wiki», donde cientos de chismosos, de un modo rápido e interactivo, crean, editan, borran o modifican anécdotas y acontecimientos de un sujeto en particular. Un conocimiento de construcción colectiva que halla su representación gráfica en la aleve práctica del «tagueo» (equivalente internáutico del popular «pajazo») y su consiguiente cauda de comentarios en línea. En todo caso, el propósito es garantizar la total inocuidad del personaje que anuncia a sus vínculos una ficticia soltería; al final, la urgencia siempre será oficializar en la web la existencia de un compromiso de amor, quedando de esta manera consagrados los tres tipos actuales de matrimonio: el civil, el eclesiástico y el virtual de Facebook.
El femenino instinto inquisitorial puede llegar a la evidente desproporción de efectuarle una auditoría al doble digital de la pareja. Es así como novias, esposas y concubinas irrumpen, contraseña en mano, en los fantasiosos predios del portal Second Life para comprobar si el avatar de su hombre mantiene un segundo frente, e indagar si tan igualada ciberbicha ya ha sido agasajada con yates, viajes y palacetes.
Para concluir, sabemos de relaciones amorosas que se han resquebrajado definitivamente porque el novio o el marido se levantó de la mesa de la computadora sin haber cerrado antes la sesión de navegación. En estos casos, la imprudencia masculina ha allanado el camino a las implacables cibercuaimas, quienes ya no pierden tiempo en la trabajosa captura de los dígitos del password: van directo al correo electrónico para identificar los avances de las páginas de adultos más visitadas, así como también la lista de amigos que fungen como proveedores de pornografía.
Cuando pensamos en los constantes operativos de inteligencia acometidos por nuestras queridas detectives, vienen a nuestra mente las palabras del escritor sueco Henning Mankell -uno de los grandes de la novela negra-: “La escena del crimen puede decir mucho acerca de las contradicciones de una sociedad, de las contradicciones de un hombre y entre los hombres”.

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Mi querido Rafael:

Una persona que conozco me dijo una vez, ten cuidado con lo que buscas porque puedes encontrarlo. Definitivamente soy yo una de esas que hablas en tu artículo, muchas veces luego de ello, con la autoestima bien estripada me preguntaba si: ¿lo mejor habia sido descubrir a mi verdadero esposo, o si debí permanecer en la absoluta ignorancia?

Aunque aun no encuentro la respuesta, solo puedo decir en mi defensa que si bien me dejé llevar por mi ansiedad, mi divorcio da cuenta de la realidad de los hechos, que superaban substancialmente el ser una detective: el era culpable de lo que se le acusaba, eso es algo que parece quedar en segundo plano.

En realidad me dió mucha risa verme en un espejo, solo recomiendo no repetirlo en casa, es muuuy doloroso.

Un abrazo de tu mas ferviente fan...

10:00 p.m.  

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