domingo, agosto 26, 2007

Los venezolanos piensan...

Sabido es que son variadas las modalidades de apropiación de lo público. Todo un amplio catálogo del hurto y el robo donde resplandece, por la sutileza de su dinámica perversa, el secuestro constante de la voz colectiva llevado a cabo por una caterva de sujetos obsesionados por arropar, en sus declaraciones e intervenciones mediáticas, el amplio espectro de juicios y dictámenes existentes en una comunidad, región o país.
Basta con encender la televisión, o sintonizar una modesta emisora radial, para escuchar, en clave de conferencia magistral, a los reputados expertos académicos adelantando, ante-esta-tu-prestigiosa-audiencia, las inminentes reacciones de los hombres y mujeres que pueblan nuestro territorio frente a los más disímiles acontecimientos de la vida nacional, a saber: la reforma constitucional, la reconversión monetaria, la correcta elaboración del pasticho de berenjena, el tamaño ideal del falo erecto o la eliminación del más reciente participante del reality show “Bailando con los gorditos”. Y es que, como al cartaginés Publio Terencio, nada de lo humano le resulta ajeno a estos opinadores de oficio, que más parecen sin oficio.
Cualquier medio de comunicación que blasone de tal condición debe tener siempre a mano, a guisa de vademécum, una plantilla de expertos y líderes de opinión que les ayude a desenredar, junto con la valiosa ayuda de los denominados periodistas “ancla” -conocidos también como “sabuesos de cabina”- esa como tupida madeja de lo cotidiano. Una dinámica virtuosa que se expresa en un movimiento intelectual que ha producido importantes hitos del pensamiento moderno como las robustas escuelas filosóficas del trapo rojo, la cortina de humo, la conspiración de la CIA y el plan de magnicidio.
No deja de llamar la atención la manera alegre como se tilda de encuesta a cualquier amago callejero de embestir con un micrófono a un desprevenido viandante; o como se califica de sondeo a cualquier intento de liberación del acceso telefónico a los oyentes circunstanciales de un programa posicionado, mercadotécnicamente, como de participación; o también como se presenta como un instrumento demoscópico de alta precisión a una interfase “amigable” de una página de internet, que invita a los cibernautas a hacer clic en una de cinco opciones y eso rapidito, no vaya a ser cosa de que la página se guinde.
A pesar de la rebelión de las tropas colecticias del “no sabe-no responde”, los organizadores de las tales investigaciones de mercado se las arreglan siempre para obtener una masa crítica de cien o doscientos consultados, que les sirve para testimoniar ante la opinión pública que el setenta por ciento de los venezolanos piensan que en el mar la vida es más sabrosa, que el ochenta por ciento de los venezolanos sienten que donde hay pelo hay alegría, y que el noventa por ciento de los venezolanos sostienen que las mujeres brillan más cuando llevan el cabello sin pollina.
Las encuestas y sondeos de opinión se convierten entonces, con toda su pretendida carga de cientificidad, legitimación y uniformidad de criterios, en el mecanismo institucional usado por la clase dirigente (de cualquier contexto) para poner “a hablar día a día” a una mayoría constitucionalmente condenada a expresarse, de manera formal, cada cierto número de años, a pesar de su reivindicado carácter de verdadero soberano (0 de tirano, que diría Alexis de Tocqueville).
En este respecto, el politólogo italiano Giovanni Sartori nos comenta en su Homo Videns, la sociedad teledirigida: “Creo que somos muchos los que estamos de acuerdo -aunque sólo lo digamos en voz baja- que la sondeo-dependencia es nociva, que las encuestas deberían tener menos peso del que tienen, y que las credenciales democráticas (e incluso “objetivas”) del instrumento son espurias. Pero casi todos se rinden ante el hecho supuestamente inevitable de los sondeos. A lo cual respondo, que los sondeos nos asfixian porque los estudiosos no cumplen con su deber. Los sondeos no son instrumentos que revelan la vox populi, sino sobre todo una expresión del poder de los medios de comunicación sobre el pueblo; y su influencia bloquea frecuentemente decisiones útiles y necesarias, o bien lleva a tomar decisiones equivocadas sostenidas por simples “rumores”, por opiniones débiles, deformadas, manipuladas e incluso desinformadas. En definitiva, por opiniones ciegas. Hablo de opiniones ciegas porque todos los profesionales del oficio saben, en el fondo, que la gran mayoría de los interpelados no saben casi nada de las cuestiones sobre las que se le preguntan. Los expertos en sondeos se limitan a preguntar a su encuestado, cualquiera que sea, “¿qué piensa sobre esto?” sin averiguar antes lo qué sabe de eso, si es que sabe algo”.
Pero a mi juicio la forma más cínica de apropiamiento indebido de la voz del otro viene dada, sin duda alguna, por el accionar de ciertos individuos egocéntricos que -en pintoresca versión del pensamiento de Tupak Katari- se creen que cuando hablan son millones. Sobre estos sujetos el novelista Javier Marías reflexiona en su Zona Fantasma: “Sucede en España, y en los países que comparten lengua con ella, que casi cualquier escritor, cineasta, pintor, modisto, cocinero, deportista o músico al que se entrega un premio o distinción en el extranjero, lo primero que diga invariablemente es que con ese premio a su labor se está premiando ‘a la literatura española’, y quien dice literatura dice cine, pintura, moda, cocina, deporte o música. Y lo para mí más sorprendente es que quienes proclaman tan demagógica falacia creen estar siendo generosos e incluso modestos, amén de patrióticos, cuando en realidad están siendo de una megalomanía y una presunción preocupantes, si no enfermizas. No sé si se dan cuenta del delirio de grandeza implícito: ‘En mí’ (santo cielo) ‘se premia a toda la literatura española’. En vez de pensar el galardonado, sin falsa modestia pero sin pretensiones mayúsculas, que lo que ha hecho por su cuenta les ha parecido bien a unas instituciones o a los miembros de un jurado, independientemente de su nacionalidad o españolidad, se cree o se asegura creerse que al reconocerse su mérito se está reconociendo nada menos que a la Patria, en él encarnada”.
Lo dicho: son muchas las modalidades de apropiación de lo público.

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2 Comments:

Blogger Unknown said...

Realmente que do sumamente agradada ante la veracidad con la cual has expuesto una situación que vivimos los venezolanos de hoy día.
Pareciera que en nuestro país hay expertos en todos los temas del quehacer cotidiano. Esta situación, produce la sensación de que el venezolano necesita la aprobacion o el pronunciamiento de un ente con sapiensa superior para que avale sus pensamientos.
Deberia realiza un sondeo a ver que tan en lo cierto estoy. jijji

3:28 p.m.  
Blogger Desde La Barra said...

Gran pieza de opinion mi broder...

te dejo algunas citas con las q acostumbrabamos a sacarle la piedra a los profesores de estadistica en pregrado...

algunas son sobre estasdisticas y otras sobre encuestas...

"las estadisticas no son un substituto para el juicio"

Henry Clay

" If your experiment needs statistics, you ought to have done a better experiment"

Ernest Rutherford

"How far would Moses have gone if he had taken a poll in Egypt?"

Harry S. Truman

y uno de la vieja loca Erma Wombeck

"I haven't trusted polls since I read that 62% of women had affairs during their lunch hour. I've never met a woman in my life who would give up lunch for sex"

Erma Bombeck


un abrazo

J

7:12 p.m.  

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