miércoles, febrero 26, 2014

No entienden nada de nada

Al momento de escribir este artículo, el país registra 15 muertos, 149 heridos y 609 detenciones tras doce días de protestas callejeras. Los miembros del Foro Penal Venezolano confirman dieciocho casos de tortura en diferentes centros de reclusión. En cuanto al número de estudiantes desaparecidos, aún no existe una estadística que pueda ser considerada como creíble. Solo hay fotografías que se multiplican en las redes sociales.
¡Qué deplorable que el mundo precisara de tan copioso catálogo de víctimas para voltear sus ojos hacia nuestra tierra! ¡Qué lamentable que no le bastara con las pruebas de constantes violaciones a la constitución nacional, ni con las diarias evidencias de menosprecio a los principios de un sistema de libertades, ni con las demostraciones públicas de acoso y persecución a la disidencia ideológica! ¡Qué triste descubrir que la credibilidad internacional de los demócratas venezolanos siempre estuvo en función de la sangre derramada!
De la actual profusión de seres solidarios con la trágica suerte de Venezuela llama la atención la enorme cantidad de atletas y artistas que hacen un alto en sus trayectorias profesionales para exhibir un cartelito con la palabra «paz». Según muchos de ellos, si todos los manifestantes se retiraran a sus casas y aceptaran resignadamente los dictados del gobierno, nuestra nación volvería a transitar los caminos de la calma y la tranquilidad. No entienden nada de nada.
Al bloqueo informativo se une el efecto silenciador de los opinadores cautivos de eslóganes y consignas. Hablo de aquellos expertos mediáticos que, en vez de desarrollar interpretaciones novedosas para explicar circunstancias históricas inéditas, se conforman con recitar los lugares comunes difundidos por el sistema nacional de medios públicos. Los venezolanos reconocemos al voleo estas supuestas «verdades» de la propaganda oficial: el inequívoco carácter chavista de los sectores populares, la recurrente ubicación geográfica de las guarimbas burguesas (en los asentamientos urbanos donde habita la clase media), la ausencia de contenido reivindicativo de las protestas (sólo interesaría el «Maduro vete ya»), la naturaleza democrática de una revolución relegitimada en sucesivas elecciones y la vocación conspiradora de la oposición venezolana.
Ninguno de estos  sesudos analistas repara en lo variado del origen social de los estudiantes venezolanos ni reflexiona acerca de la total ausencia de manifestaciones espontaneas a favor del gobierno en las denominadas barriadas populares (todos los actos de apoyo a Maduro se han hecho en los espacios de Miraflores). Nada se dice de cómo el sadismo de las fuerzas represivas del Estado, sumado a los  «ataques fulminantes» de los colectivos armados, obliga a los estudiantes a cercar las zonas donde se desarrollan las protestas. Es obvio, para todo aquel que desee verlo, que no todas las barricadas pueden explicarse con el simplismo conceptual de las guarimbas, porque en la mayoría de los casos detrás de ella se esconde, más que una pulsión subversiva, un comprensible instinto de sobrevivencia. Una razón que pudiese resultar abstrusa a todo aquel «ciudadano» que clama por la lucha sin cuartel contra la dictadura pero vocifera su indignación tan pronto ve afectada, aunque sea ligeramente, la normalidad de su jornada cotidiana.
Me entristece mucho constatar cómo esta dramática realidad nacional no es percibida en toda su magnitud por los sectores fundamentalistas de la «construcción silente de una nueva mayoría». Una curiosa tesis científica, cuya adamantina consistencia ni siquiera aguantó un  «dakazo».
Lecturas de centro. Lecturas de derecha. Lecturas de izquierda. ¡Vaya que he podido analizar muchos textos en los últimos días!
Del variopinto maremágnum de páginas leídas, mi mente vuelve insistentemente a unas mismas líneas, inquietantes líneas, firmadas por el artista plástico y novelista venezolano Roberto Echeto: «Todos los caminos (todos, hasta los electorales) conducen a que nos apunten con escopetas y pistolas. Así que nuestro dilema trágico es muy simple: esclavitud o libertad».

Etiquetas: , ,