jueves, mayo 11, 2006

Tristemente felices

Conozco a una persona que nunca ha sido feliz. Bueno, al menos eso es lo que dice ella mientras despacha con movimientos felinos un pote de arroz chino con lumpia que ha traído a la casa el insensible de su esposo; ese mismo “monstruo” que ha contratado una señora para que se ocupe de las labores domésticas, y le ha comprado un moderno televisor plasma, de no-sé-cuantas-pulgadas, para facilitarle el pleno goce del bloque de novelas de la tarde. Y es que, como decía el inmortal Quevedo, lo mucho se vuelve poco con sólo desear un poco más.
De las utopías modernas la más difícil sin duda resulta la búsqueda de la felicidad. Cuando contamos con la suerte de poseer un buen trabajo y sólidos ingresos, entonces no tenemos tiempo para gastar nuestro dinero ni para compartir inolvidables momentos en compañía de amigos y familiares.
Lo contrario también pasa: Cuando disponemos de todo el tiempo para pasear o disfrutar de un buen libro (bien porque somos estudiantes; bien porque el desempleo nos regaló una forzada temporada sabática), entonces carecemos del biyuyo necesario para dar rienda suelta a nuestro consumismo del siglo XX, y debemos conformarnos con la contemplación masoquista de vidrieras y exhibiciones en centros comerciales.
Cuando de pequeños, y bajo el asedio de la sempiterna crisis económica (verdadero líquido amniótico de los venezolanos), juramos luchar sin descanso hasta deleitar nuestros paladares en innúmeros festines y banquetes, nunca imaginamos, en nuestra lejana inocencia, que de grandes seríamos fáciles presa de cocos tan tenebrosos como los triglicéridos y el colesterol.

Otro sueño digno de mencionar aquí es, por supuesto, la adquisición de un vehículo: Ahorramos lo que no tenemos y hasta pedimos prestado a un banco a fin de disfrutar de la mágica sensación de libertad que, en nuestras mentes de peatones profesionales, siempre nos deparará la conducción del volante. Sin embargo, luego de consignar sopotocientos requisitos y fianzas comerciales, somos arrumados a una interminable lista de compradores que esperan angustiados la entrega del carrito. Y al final, cuando ya te dan el coche, resulta que tú, el mismo que ingenuamente había jurado que no iba a salir de una playa, de lo que verdaderamente no sales es de una bendita cola. Piiii. Piiii. No hay derecho.
Hay quienes buscamos con afán la posibilidad de trabajar en una empresa multinacional, para así viajar en clase ejecutiva y observar gratuitamente maravillas universales como el Coliseo Romano y el Arco del Triunfo; sin sospechar siquiera que la pesada carga de la gerencia global apenas nos permitirá conocer los distintos aeropuertos internacionales y las diferentes piscinas instaladas en los cinco continentes por una cadena hotelera cinco estrellas.
Finalmente, víctimas del engaño mayor, nos metemos a empresarios dizque para no ser esclavos de nadie, y resulta que terminamos siendo esclavos de medio mundo: de los clientes; de las autoridades tributarias; del hampa desbordada, que si no roba, cobra vacuna. Es difícil no sentir que corremos alocados detrás de una quimera que se aleja con cada zancada.
“La felicidad no aguanta un dolor de muelas” ironizó el novelista portugués José Saramago, como quien se encuentra al tanto de la sutil advertencia de John Stuart Mill, uno de los padres del liberalismo político: “Preguntaos si sois felices y dejaréis de serlo”

5 Comments:

Blogger Inos said...

Es que la felicidad se ha devaluado, amigo Felo... Ahora vende más una tristeza de marca que una felicidad Traki. Cosas del mercado emocional.

4:33 p.m.  
Blogger Alexandra Medialdea Loewenstein said...

Soy feliz!!!

Me gustan mucho tus letras, qué felicidad leerte!!! Escribes muy bien y tus reflexiones son siempre interesantes.

7:19 p.m.  
Blogger Rafael Jiménez Moreno said...

Muchas gracias Alexandra por tus comentarios. Siempre es bueno saberse leído. Lo mejor para ti.

10:38 p.m.  
Blogger fa mayor said...

Hablando sobre la felicidad, lo último que me ha conmovido es el prólogo y el epílogo de "El arte de amargarse la vida". En ellos se cita a Dostoievski, uno de los grandes literatos conocedores de la psiquis humana. (Creo que el libro entero podría leerse en la red.)
Ha sido un verdadero placer encontrar su blog.
Cómo duele pensar que un pensamiento como el suyo no conlleve, según usted, a la madurez.
¿Le molesta si publicito su blog?
Un saludo.

7:01 a.m.  
Blogger Rafael Jiménez Moreno said...

Muchas gracias Famayor, por visitar la página y también por tus palabras. No me molesta que publicites el blog. Imagínate, faltaba más. Prometo que trataré de leer "El arte de amargarse la vida". Ojalá el texto se encuentre en versión electrónica, porque aquí en Venezuela el control de cambio de divisas ha complicado sobremanera la importación de libros.
Saludos.

3:47 p.m.  

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