jueves, diciembre 28, 2006

¡Un feliz año pa´ti!

Nada se parece más a una ginkana que los minutos finales de un año. Sucesión de angustiantes segundos que apenas nos alcanzan para cumplir con éxito el variopinto programa de ritos y supersticiones que, según los relatos populares, nos franquearán los caminos de salud y prosperidad anunciados por las doce campanadas.
Gracias a esta lúdica atmósfera es que podemos explicarnos el oculto sinsentido que guía los actos de todas aquellas personas que bien no terminan de voltearse la ropa interior de color amarillo (aunque siempre habrá quien opte por usarla roja rojita) cuando arrancan, en veloz carrera, rumbo a la mesa festiva, a fin de tomar de ella una docena de uvas; simbólica cantidad que deberá ser engullida a medida que se formula la lista de deseos de rigor, entre los cuales curiosamente no figura la nunca tan oportuna petición de no fallecer asfixiado por atragantamiento. Y a ello se añade, a manera de ornamental guinda, la sentida declamación, por parte del patriarca del grupo familiar, de los inmortales versos del poema Las uvas del tiempo de Andrés Eloy Blanco: "Madre, esta noche se nos muere un año. En esta ciudad grande todos están de fiesta...".
Una vez satisfecho el desafío, es menester redoblar el ánimo y aguzar la mirada a fin de superar otra prueba de ardua concreción, especialmente en estos tiempos de control de cambio y prohibitivo mercado negro. Dicho reto consiste en la búsqueda afanosa de unos cuantos dolarillos que hagan nido en las manos de los participantes mientras el año moribundo exhala su aliento postrero; el objetivo no puede ser otro que garantizar la presencia, en el seno de sus respectivos hogares, de un minichorro petrolero que dure todo, todito, el 2007.
Llegados a este punto quien esto escribe se siente en la imperiosa necesidad de recordarles, a esta clase de sujetos, que la cantidad de moneda extranjera a empuñar en altivo gesto nuevorriquista no debe exceder la cuota fijada por las autoridades de Cadivi, so pena de ser castigados con la imposición de una multa de diez mil unidades tributarias y la observación forzosa, por espacio de cinco horas continuas, de los mensajes navideños del Seniat y del video de “La gaita eructopéyica”, versión umplugged, grabado en los estudios del Osito y la Catira por el flamante gobernador de Carabobo, general Luis Felipe Acosta Carlez.
Pero no olvidemos que los segundos prosiguen con su inmisericorde avance, y, por lo tanto, no hay mucho tiempo que perder. Por ello, los participantes tienen que abocarse, sin mayores dilaciones, al cumplimiento de la tercera estación del exigente circuito de fin de año. En esta ocasión, los ganadores de la prueba serán aquellos individuos que logren traspasar el umbral de la puerta portando una maleta llena de ropa para luego regresarse. El objetivo: asegurar por lo menos la realización de tres viajes al exterior, de preferencia a países heridos de muerte por las diabólicas fuerzas del capitalismo salvaje y la globalización. Es importante señalar que si usted incurre en el error de llenar las maletas con periódicos y revistas dominicales a lo máximo que podrá aspirar es a que le regalen una Guía Turística de Valentina Quintero o de Elizabeth Klein.
Situados en este punto, deseo efectuar una nueva pausa en este mi análisis científico. En esta ocasión, para recomendarles a todos esos amigos que nutren las filas de los desempleados, parejas en conflicto o arrimados sin techo propio, que por su seguridad se abstengan de salir con maletas, bolsas, koalas y/o loncheras de Harry Poter; no vaya ser cosa que cuando intenten devolverse se encuentren con una puerta cerrada por toda respuesta. Usurpando la voz de uno de los grandes del periodismo vernáculo: Después no digan que no se los dije…
Concluida la dura ginkana, los participantes acopian sus últimas fuerzas para entregarse al cálido abrazo en familia, a la vez que tratan de encontrar a las dos o tres neuronas sobrevivientes del tsunami de güisqui, ponche crema, pernil, hallacas y pan de jamón. Una vez localizadas las que creíamos desaparecidas, se procede a juntarlas para efectuar así la sinapsis necesaria para redactar, en perfecto e inteligible castellano de moviltexto, los mensajes electrónicos genéricos para amigos únicos e irremplazables, a saber: “T dco un bllo ano nuevo (y el remitente se pregunta: ¿se tratará de una indirecta o es que su teclado no tiene “ñ”? ¿Cono, cómo saberlo?)” “Q el ano q llega (¿Por qué extraña circunstancia los anos sólo llegan en diciembre?) colme tu ksa de bndiciones y spranzas x siempre”. Nosotros, por nuestra parte solamente atinamos a desearles que se inscriban en un cursito de redacción.
Finalmente, toca el momento de plantearse los buenos propósitos que alcanzaremos en el tiempo recién iniciado. Uno clásico es el de la dieta estricta que no conocerá ni dulces ni de frituras. Otro bastante trillado tiene que ver con dejar el cigarro o la bebida. No faltará quien, excitado con esta suerte de torneo de mentiras, se anima a prometer que nunca más le será infiel a su pareja. Mientras yo, para que no me tilden de aburrido, accedo a participar de este juego colectivo y expreso mi deseo de culminar mi primer libro y seguir borroneando semanalmente estos disparates, a ver si consigo la tan ansiada disciplina de escritor.
Para todos los lectores que honran con su presencia La Hora del Vampiro lo mejor de lo mejor en el ya inminente 2007. Y aunque hacer distinciones entre amigos siempre resulta odioso, y es una indiscutible señal de mal gusto, preciso saludar a quien ha sido mi principal interlocutor: al pana Inocencio. Gracias Inos, por tu constancia en los post.
Deseo finalizar el 2006 con la trascripción del poema Vete año viejo del brasileño Affonso Romano de Sant´Anna, de cuya existencia supe gracias a otro amigo del alma, Luis Yslas. Un abrazo a todos y gracias totales.

Vete, año viejo, vete de una vez,
vete con tus deudas
y tus dudas, vete, dobla la ex-
quina de la suerte, y el treinta y uno,
a la medianoche, vacía el vaso
y la culpa de lo que ni recuerdo
y que me clavó entre
enero y diciembre.
Vete, llévate todo: destrozos,
huesos, fotos de presidentes,
besos de actrices, inundaciones,
sequías, suspiros, diarios.
Vade retrum, atrás,
llévate a la oscuridad
a quien me robó el auto,
la casa y el corazón.
No quiero verte más,
sólo dentro de muchos años,
en los anales,
en las fotos del nunca más.
Ven, Año Nuevo, ven rápido,
ven en cuadrigas, aladas antiguas
o en chorros de luz moderna, ven,
detente, desciende, habita en nosotros,
ven con cavalhadas, folias reisados,
cintas multicolores, rebecas,
ven con uvas y miel y despierta
en nuestro cuerpo la alegría,
abre las puertas del alma, de la poesía,
y por un instante, detén
el verso real, perverso,
y sacia en nosotros el hambre
de utopía.