miércoles, diciembre 03, 2008

La estupidez siempre insiste


La más débil de las briznas de paja, el más humilde de los soldados de la patria, el auténtico prescindible de la revolución bolivariana, ha tenido la magnánima iniciativa de autorizar al pueblo venezolano a legitimar, mediante un turbio procedimiento de enmienda constitucional, la condición vitalicia del mandato presidencial.
Grosero episodio que pone de manifiesto la siempre demagógica y rimbombante apelación chavista al soberano; una imaginaria instancia sociopolítica, con melancólicos aires roussonianos, que siempre debe postergar la satisfacción de sus genuinos intereses para, en su lugar, abrazar los proyectos megalómanos de un supuesto vasallo, cuya abnegación y mansedumbre sólo pueden corroborarse en los copiosos relatos de victimización puestos a circular por la propaganda oficial; relatos del tipo: “En verdad les digo que si fuese por mi yo viviría tranquilo en un puente en las riberas del río Guaire, pero, ¡malhaya sea mi suerte!, el indisoluble compromiso con este glorioso pueblo de Bolívar me condena a padecer los mortificantes lujos de los palacios burgueses”.
Fue la juramentación del recién electo alcalde del Municipio Libertador, el otrora rector «independiente» del Consejo Nacional Electoral, Jorge Rodríguez, la oportunidad propicia para asestar un nuevo zarpazo contra el sistema democrático y republicano. En ese momento, el insuperable tributario del oprobioso linaje de los Catilina antecedió su artera maniobra con un falso testimonio de resignación. Comentó, a modo de confidencia, que luego del duro golpe que supuso la pestífera victoria de la oposición en diciembre del año pasado por fin había conseguido hacerse a la idea de entregar el poder en el año 2012, y luego enfilar sus cansados pasos de veguero rumbo a los polvorientos caminos de la sabana infinita, allí donde se encontraría con sus buenos amigos el Silbón, el chaparralito llanero, el alcaraván compañero y, no faltaba más, la cabra mocha de Josefita Camacho. Por supuesto que frente a tan desgarradora y conmovedora reláfica no faltaron los “robolucionarios” que echaron el moco.
Pero como bien alertó el sabio filólogo Víctor Klemperer: “Quien sentimentaliza siempre resulta sospechoso”; y fue así como, una vez culminada su introducción efectista, se despachó de lo lindo con supuestas denuncias sobre abusos y desmanes cometidos por alcaldes y gobernadores de la oposición; dirigentes políticos que para el instante del alocado ataque verbal ni siquiera habían sido juramentados en sus nuevos cargos (con tan desquiciado expediente de guerra sucia, no pudimos evitar encontrar un cierto parecido entre el muchacho de Sabaneta y los agentes policiales del departamento de Pre-Crimen de Minority Report, thriller futurista de Steven Spielberg). Aunque lo más bochornoso del incidente, cuyo surrealismo se emparienta directamente con los majestuosos campos de golf y piscinas de los barrios de Petare (¡increíble la creatividad que puede despertar en un mitómano la serena belleza de la periodista Patricia Janniot!) fue la ardorosa preocupación por la seguridad personal de los sufridos médicos... cubanos. Todo esto, sumado al templete montado por la llegada a aguas venezolanas de la nave insignia del imperialismo ruso “Pedro el grande”, constituye el indicio más contundente de por donde “fumea” el tan cacareado delito de “traición a la patria”.
Finalmente, es cosa muy lamentable advertir la existencia de connotados críticos culturosos que aunque se ceban constantemente en la ignorancia del señor Manuel Rosales nada tienen que decir a la hora de evaluar la escasez de luces de quien pretende arrogarse el dominio permanente de nuestras vidas y bienes, dizque por su condición de genio cimero e irrepetible. En su vitriólica intervención dominical, la envanecida brizna de paja incurrió en la ligereza de atribuir a San Agustín el famoso dicho bíblico “ver para creer”, volvió a emplear el término “pírrico” en lugar del vocablo “exiguo”, y anunció el parafraseo de un desliz del gobernador del Zulia (“el canto de ballenas”) para luego culminar con una cita literal. La perla la aportó, como siempre, el recurrente lenguaje escatológico del primer mandatario, quien luego de jugar una suerte de “ahorcado” con las letras de la palabra “automojoneados”, optó por utilizar, presa de un falso pudor, el utilísimo neologismo “autocobeados” para referirse a los sectores de oposición.
Nada nuevo bajo el sol. Tan sólo una concepción patanesca de la política, de la vida en sociedad, que hace recordar la inquietante frase del poeta Paul Valéry: “El poder sin abuso pierde su encanto”. O en palabras de otro eminente francés, Albert Camus: “La estupidez siempre insiste”.

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2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Vampiro, amigo mío, cuando creo que uno de tus artículos es mi favorito sales con otro mejor, y sabes que mi jalabolismo es totalmente sincero y voluntario, se le quiere mucho.

7:49 p.m.  
Blogger Inos said...

Hombre, amigo vampiro, es que el poder es más sabroso que las papitas fritas y la Regional bien fría.

Por cierto, cabra mocha nunca sabanea...

Saludos.

8:57 p.m.  

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