jueves, febrero 09, 2012

Breviario de campaña electoral

El año 64 a. C., Marco Tulio Cicerón propone su candidatura como cónsul. Entre los seis adversarios que debe vencer destaca Lucio Sergio Catilina, un golpista impenitente que se vale de las reglas políticas tradicionales para conspirar contra la república romana.
En un sistema social basado en la nobleza, la falta de antepasados ilustres en el Ejército y en el Senado constituye un lastre. Sin embargo, Marco Tulio ha conseguido ser el primer miembro de la familia Cicerón en ocupar una alta magistratura; lo hace tras ejercer el cargo de cuestor en la provincia de Sicilia. A los ojos de los votantes representa un homo novus. Un hombre nuevo que tiene que superar las viejas emboscadas de la lucha política.
Marco Tulio no baja solo al centro de la arena. Lo acompaña su hermano menor, Quinto Lucio, quien se ha animado a redactar un pequeño manual de instrucciones para el candidato de la casa. El resultado de estas reflexiones se conoce como el Breviario de campaña electoral, y constituye uno de los documentos más antiguos de lo que hoy se conoce como mercadeo político. Los lectores en español pueden consultarlo gracias a la editorial Acantilado, que publicó el pequeño estudio en 2003
El Breviario se inicia con una observación que no deja lugar a idealismos: durante el breve lapso de una campaña electoral valen más las apariencias que las cualidades naturales del líder, porque «los hombres se dejan cautivar por el aspecto y las palabras antes que por la realidad de su propio beneficio».
El candidato (etimológicamente, aquel que porta la toga blanca, toga candida en latín, para ser fácilmente identificado) más que empecinarse en transmitir la pureza de su trayectoria política, debe concentrarse en captar el apoyo de los grandes financistas; los empresarios llamados a patrocinar las actividades de proselitismo político necesarias para el contacto cara a cara con los votantes. «Procura, además, que todos aquellos que te deben algo y aquellos que desean debértelo se den cuenta de que no van a tener más oportunidad que ésta, los unos, de demostrarte su agradecimiento, y, los otros, de convertirse en deudores tuyos», aconseja Quinto Lucio.
La campaña electoral no es una campaña militar ni tampoco una guerra de guerrillas, por lo tanto se recomienda no abrir más campos de batalla que los estrictamente necesarios. Lo verdaderamente importante es sumar voluntades, juntar todos los apoyos posibles. «La palabra “amigo”, cuando eres candidato, tiene un significado más amplio que en tu vida corriente», señala el autor del Breviario, «de hecho, todo el que te demuestre alguna simpatía, que te trate con deferencia y que vaya a menudo a tu casa, ha de ser incluido en el círculo de amistades. Es necesario crearse amistades de cada una de estas clases: para las apariencias, hombre de familia y cargo ilustre que, aunque no se esfuercen en hacerle propaganda, al menos aumentan la dignidad del candidato; amigos para garantizarse la protección de la ley, los magistrados; y amigos para conseguir el voto de las centurias, hombres que gocen de una influencia muy particular. Pon especial insistencia en procurarte y asegurarte el apoyo de quienes tienen, o esperan tener, gracias a ti, el dominio de una tribu, una centuria o cualquier otro beneficio».
La palabra «traidor» mantiene su especificidad semántica, pero en tiempos de campaña electoral no conviene alborotar el cotarro con peanes y repiques de tambores. La mejor estrategia es, por mucho, la simulación: «Si oyeras decir o te dieras cuenta de que uno que se ha comprometido contigo te está haciendo, por así decirlo, el doble-juego, procura hacer ver que ni has oído ni sabes nada del asunto; si alguien, creyéndose sospechoso, quiere justificarse ante ti, sostendrás que nunca has dudado de sus intenciones ni crees tener motivo para ello (…) De todas maneras, conviene conocer los propósitos de todos para saber qué grado de confianza se puede depositar en cada uno de ellos».
Hay tres factores que conducen a un hombre a mostrar una buena disposición y a brindar su apoyo en unas elecciones: los beneficios, las expectativas y la simpatía sincera. Y en cuanto al secreto para ganarse el afecto de las muchedumbres, el autor propone la más clásica de las máximas: prometer, prometer y prometer. Un candidato jamás debe negarse a los pedimentos populares, porque, aunque muchos insistan en la supuesta naturaleza olvidadiza de las masas, lo cierto es que tanto el pobre como el rico atesoran en su memoria los nombres de aquellos que un día les dijeron que «no». Una aguda observación que viene a ser corroborada en nuestro país, más de dos milenios después, con los estudios de la Sociedad Venezolana de Psicología Positiva y el Departamento de Ciencias de Comportamiento de la Universidad Metropolitana, cuyas conclusiones revelan que el venezolano es un ser dado a la gratitud y la amabilidad, pero también es una persona contraria a perdonar.
Ahora bien, lo del resentimiento no es exclusivo de esta tierra y de estos tiempos. Seguimos con Quinto Lucio: «Todos son así: prefieren una mentira a una negativa. Gayo Aurelio Cota, un maestro en estrategia electoral, solía decir que tenía por costumbre prometer a todo el mundo sus servicios, a no ser que le pidieran algo en contra de su deber, y que se los ofrecía a aquellos a cuya disposición juzgaba muy conveniente estar. No decía que no a nadie, porque a menudo surgía algún imprevisto que impedía a cuantos había hecho una promesa que la aprovecharan, de manera que frecuentemente tenía menos exigencias de las que se había imaginado. Asimismo, aseguraba que no podía tener la casa llena de gente quien sólo acepta los compromisos que se ve capaz de honrar, que el azar ocasiona que vaya bien un asunto con el que no contabas, y, en cambio, que vaya mal otro que creías tener por la mano; por lo tanto, decía, lo último que se debe temer es que se enfade la persona a la que se la ha mentido. Las promesas quedan en el aire, ni tienen un plazo determinado de tiempo y afectan a un número limitado de gente; por el contrario, las negativas te granjean, indudable e inmediatamente, muchas enemistades; y es que son más las personas que piden poder disfrutar de los servicios de uno que las que, de hecho, acaban disfrutando de ellos».
Quinto Tulio Cicerón no dejó nada escrito sobre cómo atemperar el ánimo de aquellos sujetos que insisten en soliviantarse y escalar las acciones de protesta, cansados ya de tantas promesas incumplidas. Para este caso en particular, toca echar mano de los métodos, truquitos y lanzamientos «rabo e'cochino» de un connotado experto en comicios quien, puesto a censurar la protesta de un damnificado inexplicablemente molesto por no tener casa y vivir en un refugio desde hace dos años (¡hay gente delicada, en verdad!), tronó: «¡No permitas que el desespero te convierta en un contrarrevolucionario!». Lo que faltó fue agregar: «¡Hermanito, por el amor de Dioxxx, reflexiona, reflexiona!».

Etiquetas: , ,