lunes, agosto 04, 2008

Los esbirros de Cupido

A pesar de ser tan cuestionada en bares y salones de belleza, la institución matrimonial conquista mayores espacios en la sociedad venezolana. La abundancia de crónicas sociales y el constante recibo de tarjetas de invitación para saraos nupciales constituyen claras evidencias de que cada día son más los hombres y mujeres que, inflamados de amor eterno, deciden precipitarse al altar (¡vaya que resulta difícil no pronunciar esta palabra sin luego asociarla con términos tan luctuosos como “víctima” o “sacrificio”!).
Las mujeres casadas, al igual que las instituciones bancarias, suelen desconfiar de los hombres sin compromisos sentimentales, a quienes acostumbran arrumbar en la conocida categoría conceptual de los “amigotes”: seres de vida promiscua e irregular, que se niegan a cumplir con el sabio contrato intergeneracional que ve en la familia la célula básica de la sociedad.
Podemos decir que la mala voluntad comienza con la siempre mitificada “despedida de soltero”. Es increíble como las mujeres se muestran convencidas del carácter supuestamente pervertido de todas las veladas organizadas por los amigos de su futuro cónyuge. En este sentido, deliran con la presencia de piñatas repletas de preservativos, bailarinas nudistas, ginkanas sexuales y ríos de alcohol.
Sin embargo, la realidad dista mucho de este cliché de película holiwudense. El soltero acepta estoicamente los hechos de la vida. Asume su condición de único prófugo de una banda desmantelada. Cuando se entera de que un pana va a contraer matrimonio (hay que reconocer que fraseado así suena como a enfermedad crónica) comienza un proceso de alejamiento; una distancia que opera como mecanismo de adaptación ante la ausencia del compañero de farra. Porque aunque contraríe la intuición femenina, lo más común es que un hombre casado sea sonsacado solamente por otro hombre casado; fenómeno que visto bien tiene su lógica: los sueños de fuga sólo pueden nacer entre aquellos que comparten celda y condena...
Pero lo que marca la ruptura definitiva con el amigo que se casó no es otra cosa que el monotemismo de su conversación; ese bendito empeño en regodearse en los abusos perpetrados por la suegra y en las dificultades de convivir con una dama que de la noche a la mañana se convirtió en cuaima. Con la centésima repetición del cuentico de Anabel (anaconda con cascabel) y su cambio de cuero crece la convicción de que ha llegado la hora de expandir la base de panas.
Tu empeño en mantenerte alejado de aquellas psicologías desequilibradas por la unión conyugal genera de inmediato una suerte de contrarreacción. Entonces la gente “con la vida resuelta” se reúne en una especie de sala situacional para planificar el operativo que dé al traste con tu patológica soltería.
La primera fase del plan invariablemente estriba en un ciclo de charlas de concientización. Es cuando aparecen en escena las denominadas voces de la experiencia -aunque yo prefiero motejarlos como los esbirros de Cupido-: “Hermanito, se ha comprobado científicamente que las personas que viven en pareja viven más años” “A los chamos hay que tenerlos temprano, porque después parecen tus nietos” “Lo importante es tener alguien aunque sea para pelear”. La segunda etapa consiste en un cronograma de citas a ciegas con mujeres cercanas a los treinta años de edad; hito etario inexplicablemente consagrado por las féminas como época límite para el matrimonio y el inicio de la reproducción.
Nuestras observaciones particulares sugieren que ninguna dama célibe, en edad de merecer, consigue librarse del todo de esta pulsión colectiva. De hecho, quienes optan por negarla con vehemencia terminan padeciendo con mayor violencia la demencial dinámica casamentera.
Ya lo dijo la reflexiva protagonista de La mujer justa, estupenda novela de Sándor Márai: “Estaba tan concentrada en un hombre que no me quedaba tiempo de ocuparme del mundo”.

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1 Comments:

Blogger Inos said...

Justísima disección de ese sadomasoquista estado del alma (si es que entonces queda alguna) llamado "adulto casado, maduro y responsable", amigo vampiro.

Únicamente los tránsfugas y amigotes recordamos esos pactos etílicos de otrora.

Pero como todo, hasta "El Mar y sus Veleros" se ha derrumbado.

Un ¡salud! por todo ello, sin embargo.

Saludos.

10:58 a.m.  

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