jueves, marzo 02, 2006

Amor de prepago

Acaso el momento más doloroso y traicionero del denominado amor de prepago es aquel cuando la añorada voz de tu amada es sustituida por una contestadora desalmada, que con cortés frivolidad te advierte que tu llamada no podrá ser realizada por falta de saldo. Entonces, en ese instante, enceguecido por el deseo, emprendes la moderna odisea que siempre significará conseguir una tarjeta telefónica de monto solidario.
Sin embargo, como media Venezuela anda en las mismas, no tardas mucho en entender que sólo encontrarás plásticos de cien mil y doscientos mil bolívares; astronómicos precios que superan por varios ceros el valor de tu celular; ese móvil que, de tan modesto y prehistórico, sólo navega, y no por mucho tiempo, cuando por error lo dejas caer en el inodoro.
Atravesado por el dolor de no poder conversar con tu media naranja, recibes la llamada de tu mejor amigo, quien pareciera estar enterado de lo hondo de tu pena. Decides contestarle y agradecerle sus palabras de apoyo, pero resulta que eres sorprendido por un fuerte regaño: “Pero bueno imbécil, por qué me atendiste. No ves que sólo te estaba repicando para que me llamaras. Ahora me hiciste gastarme el saldo, rolo de…” En fin, vaya mundo este: un montón de “desaldados” que se enfurecen cuando les atiendes las llamadas.
A pesar de los escollos, tienes que seguir, pues dizque el amor lo puede todo. Y así, envalentonado por tan dudosa consigna, recuerdas la promoción de “medianoches y días feriados” que venía con la compra del aparato. Entonces te animas a realizar una vigilia, y distraes el tiempo viendo unas cuantas películas románticas en DVD, cosa de ir afinando la empalagosa labia que desplegarás frente a tu chica, en aras de convencerla sobre la necesidad de “dormir juntitos” en Choroní este fin de semana.
Pero al llamar a tu damisela, a eso de las cuatro de la madrugada, te vuelves a topar con la siempre fastidiosa contestadora, que en esta oportunidad te informa: “El teléfono que usted marcó se encuentra apagado o fuera del área de cobertura. Intente su llamada más tarde”. Y es que, por si ustedes no se habían dado cuenta, en este relato la bendita contestadora hace las veces de suegra.
Convencido de que nunca estuviste más incomunicado que cuando encomendaste tu suerte a un celular, decides creer una vez más en la industria publicitaria local, e intentas probar la veracidad de aquel comercial en el que unos panas intercambiaban, en los míticos predios de calle “El Hambre”, saldo por perro caliente.
Con esa ilusión sales de tu casa, y, tras mucho recorrer calles y avenidas, logras por fin conseguirte a un “alto pana”. Luego de los abrazos y promesas etílicas de rigor, le pides que te auxilie con algo de saldo, porque te urge decirle a tu novia, a propósito del día de los enamorados, que tu existencia sin ella es “una agonía indigna de llamarse vida”.
Cuando por fin te dispones a marcar su número y darle rienda suelta a tu tórrida imaginación de hombre apasionado, el tono de reggaeton, que en mala hora bajaste de la internet, te notifica la llegada de un nefasto moviltexto a través del cual tu novia te corta las patas, porque, según ella, “ninguna mujer se cala a un hombre que se la pasa perdido”.
Y así, víctima de la tecnología, sólo le pides a Dios tener saldo suficiente para reportarle al personal del Servicio de Emergencia la inminencia de tu suicidio.

1 Comments:

Blogger Regina Falange said...

Oye qué buen post!

La duración del amor a distancia suele ser casi proporcional a la cantidad de ceros que estés dispuesto a pagar mensualmente, por concepto de tarjetas o conexiones a Internet.


Saludos cordiales!

4:19 p.m.  

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