jueves, diciembre 09, 2010

El último encuentro

El último encuentro, novela del escritor húngaro Sándor Márai, es un tratado sobre la amistad. Sus líneas tienen el mérito de exponer ante la mirada del lector la gama de pasiones y sentimientos que anidan en el alma humana.
En un pequeño castillo, al pie de los Cárpatos, dos ancianos, el general Henrik y el desertor Konrad, se reúnen para mantener una conversación que debió celebrarse hace cuarenta años. Los antiguos amigos, alguna vez compañeros de internado en un liceo militar, tratan de armar, con la serenidad y el desparpajo que brinda la circunstancia de haberlo vivido todo, el rompecabezas de una relación afectiva fracturada por la constante presencia de una mujer ausente. Es el diálogo de dos descreídos, de dos sujetos que incurrieron en la traición de sobrevivir a la persona amada.
La amistad como hermandad y juramento irrespetado, como forma moderada del erotismo pero también como egocentrismo, esto es, como un intento desesperado de apropiarnos de alguien y alejarlo de todo. ¿Existe realmente la amistad? ¿Qué cosas se esconden detrás de ella? Ante la imposibilidad de una respuesta irrebatible y definitiva, el general Henrik sólo atina a pronunciar una frase digna de ser verdad: «Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes, a las preguntas que el mundo le ha hecho una y otra vez».
Sin embargo, ni las florituras verbales ni los fogonazos del pensamiento sirven de mucho a la hora de calmar la ansiedad que, como diría el novelista irlandés John Banville, late en el interior como un segundo corazón. «No hay un proceso anímico más triste, más desesperado, que cuando se enfría una amistad entre dos hombres. Porque entre un hombre y una mujer todo tiene condiciones, como el regateo en el mercado. Pero el sentido profundo de una amistad entre hombres es justamente el altruismo: que no queremos un sacrificio del otro, que no queremos su ternura, que no queremos nada en absoluto, solamente mantener el acuerdo de una alianza sin palabras», insiste, desde el dolor, Henrik.
El general finge olvidar la deserción del antiguo compañero de armas, e incurre en la provocación de plantear la amistad como un hecho heroico, como una gesta cotidiana incapaz de ser acometida por cobardes. «Se puede matar a un amigo, pero la amistad nacida entre dos personas en la infancia no la puede matar ni siquiera la muerte, puesto que su recuerdo permanece en la conciencia de los hombres, como permanece el recuerdo de una hazaña discreta que no se puede expresar con palabras. Así es, la amistad es una hazaña, en el sentido fatal y silencioso del término, donde no resuenan ni sables ni espadas: una hazaña, como cualquier otra actitud desinteresada».
En esta parte del relato los personajes de Márai también se encuentran en el espacio emotivo de un recuerdo: la última escena de caza entre los fieles amigos. La espesura del bosque y la velocidad de las piezas más preciadas de la montería facilitan la dispersión del grupo. El ciervo escogido no se mueve más rápido que la mente que avista la cercanía del abismo, la proximidad de la traición. ¿Existe realmente la amistad? ¿Qué cosas se esconden detrás de ella? La boca de Henrik calla al igual que lo hiciera en el pasado una escopeta sostenida, de manera nerviosa, por unas manos que creíamos expertas.
Konrad, ese extraño visitante proveniente de la soledad, « lugar lleno de secretos», se retrepa en el sillón y también guarda silencio. Un silencio que no es definitivo, porque obedece a un cálculo discursivo. Únicamente espera la insistencia del interlocutor para pronunciar, acto seguido, las palabras que le darán sentido al último encuentro.
Momentos antes, y quizás embriagado por lo profundo de sus reflexiones («El que busca la verdad tiene que empezar buscando dentro de sí»), el viejo general Henrik pone en aviso a los lectores: «Los corazones humanos tienen sus noches. Pero también existen instantes en que no es de noche ni de día en los corazones humanos, instantes en que los animales salvajes salen de su escondite, de las oscuras madrigueras del alma».
Acierta la editora Sigrid Kraus cuando, en entrevista concedida a las páginas culturales del diario chileno El Mercurio, incluye la novela El último encuentro como uno de los diez títulos que integrarán la colección especial por los diez primeros años de labores del sello Salamandra.

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