lunes, febrero 17, 2014

Los hijos de Chávez

No hace falta que se proclamen hijos de Chávez. Es un hecho paladino. Basta con observar la enfermiza devoción que sienten por la mentira y el ocultamiento para colegir la existencia de un genuino parentesco. También, por supuesto, por el descaro, ese otro rasgo prominente del golpismo sublime, eterno e invicto, que de modo tan nítido puede rastrearse en las palabras y actuaciones de los dirigentes del llamado proceso bolivariano.
Ningún venezolano puede asombrarse de la torpeza —tanto de gesto como de intelecto— con la que el señor Nicolás Maduro y su combo ministerial pretenden desviar las culpas y responsabilidades nacidas de quince años continuos de envilecimiento del alma colectiva, de pésimo manejo administrativo, de exterminio de la vida republicana, de corrupción insaciable.
La nefasta trilogía bolivariana de la mentira, el descaro y el ocultamiento la emprende nuevamente contra el mismo pueblo que dice amar y defender. En esta oportunidad lo acusa de ser responsable, junto con las telenovelas y las películas de acción y terror de Hollywood, del desmadre de la inseguridad personal.
A la revolución le disgusta la consigna popular «Mónica Spears somos todos». En cambio, le parece mejor, más precisa y ajustada a la realidad la expresión «Culpables somos todos»; porque a juicio de las autoridades gubernamentales cada uno de los venezolanos tiene una cuota de responsabilidad en el desmadre de la violencia, en el creciente mar de sangre que ahoga al país. Incluso ella: mi sobrinita de año y medio, que apenas hace un mes aprendió a caminar. ¡No se dejen engañar por su falso candor, por esas tiernas encías, escasas de dientes! ¡Ella también es culpable! Tan culpable como ese policía que desatiende sus obligaciones y participa activamente en las mafias de los secuestros expresos. Tan culpable como ese juez que olvida su compromiso con la justicia y deja en libertad a los delincuentes detenidos y llevados a su juzgado, o retarda con mañas de rábula el reconocimiento de beneficios procesales legítimamente merecidos por un preso. Tan culpable como esa ministra que renuncia a su responsabilidad de garantizar el orden en las cárceles y negocia las condiciones de presidio con los pranes. Tan culpable como ese ministro que hoy promete mano dura contra los asesinos pero que hace veintiún años estuvo involucrado en la muerte de cuatro venezolanos, el día en que rompió su juramento de honor militar, avanzó contra la residencia presidencial de La Casona y trató de someter a la familia del presidente Carlos Andrés Pérez; ese mismo ministro vinculado por organismos de inteligencia de los Estados Unidos de América con el narcotráfico y la guerrilla colombiana.
A esta rocambolesca responsabilidad por el auge de la criminalidad debemos ahora sumar, si tomamos por buena la denuncia del maquillador de cifras que preside el Instituto Nacional de Estadísticas, el denominado «acaparamiento doméstico», un delito cometido por amas de casas buchonas que, alienadas por «la guerra económica» incoada por la «oligarquía apátrida», abandonan sus extenuantes partidas de poker y bridge para derrochar sus fortunas burguesas en la compra nerviosa de quince kilos de azúcar, veinte kilos de harina precocida o treinta kilos leche en polvo. Lo curioso es que quien nos alerta acerca de la cacería malintencionada de productos de la cesta básica y la proliferación de colas de compradores nerviosos es el mismo personaje que, en  su frenesí mitómano, ha ubicado la tasa de desempleo alrededor del 7%, casi a dos puntos porcentuales del pleno empleo. Pero si esta cifra es verdadera, y si en efecto la casi totalidad de los venezolanos se encuentran ocupados en sus respectivos puestos de trabajo, en pleno disfrute del salario con mayor poder adquisitivo del mundo, ¿quiénes coño son esas personas que están todo el día en una cola o en el incansable correteo de productos escasos?  No cabe duda, pues, de que el cosmetólogo Elías Eljuri es otro miembro más de la extensa progenie política del gigante de la corrupción, el fallecido Hugo Chávez.
Otro de los hijos que no le perdió pisada al padre sabanetero es el titular de Pdvsa, y vicepresidente del área económica, Rafael Ramírez, quien se afana en ocultar a la opinión pública una nueva devaluación del bolívar. Para tal propósito echa mano de la engañifa de la adopción de un sistema cambiario de banda (curiosamente, sin flotación del valor de la divisa estadounidense), con un tope establecido por el monto fijado en la subasta del Sicad (curiosamente, un encante en donde no se le asignan divisas a los mejores postores).
Alto y delgado como el Caballero de la Triste Figura, el zar petrolero Rafael Ramírez, tras ser hostigado por la jauría mediática, no tuvo mejor idea que emular al cuadrúpedo Rocinante y mostrarse metafísico (¿acaso no habrá comido?). Con rostro compungido dejó sentir su babiecada, su relincho filosófico: «La gran discusión es la siguiente: le damos los dólares a los raspa-cupos o traemos los medicamentos, les damos los dólares a los viajeros o traemos alimentos». Con voz quebrada y ojos vidriosos, el líder de la banda —ésta sí— de los raspa-reservas y los raspa-dinero- del-banco-central-de-venezuela prosiguió su filípica en contra de los alegres viajeros: «Aquí nos hemos gastado 8.633 millones de dólares raspando el cupo de viajeros, remesas y líneas aéreas. Existen unas mafias que le han dado un uso atípico a las divisas preferenciales liquidadas por Cadivi a 6,30 bolívares por dólar (cotizadas en el mercado negro a 80 bolívares por dólar)». Su verbo desatado, henchido de patriotismo, sin embargo nada nos dijo acerca de las empresas fantasmas (el cuarenta por ciento del total de compañías favorecidas por Cadivi), las cuales sólo en el año 2012 recibieron veinte mil millones de dólares, según denuncia formulada en mayo de 2013 por la extitular del BCV, Edmée Betancourt. Tampoco habló Rafael Ramírez de la deuda de 42 mil millones de dólares que arrastra Pdvsa con el Banco Central de Venezuela, y cuya conversión en bolívares, sin respaldo en el aumento de productos manufacturados o importados, incrementó la cantidad de dinero circulante en la economía y llevó el índice de inflación anual, según el gobierno, a 56 por ciento para el año 2013. Donde el superministro chavista sí tuvo a bien despepitarse fue en el programa José Vicente Hoy del domingo 2 de febrero de 2014. Allí, en el estudio de Televén, dijo cosas así: «Creemos que nuestro país debe saber cuántas divisas y en qué cantidad y a quién se les han otorgado, ese es un tema, pero bueno nosotros no podemos permitir que se deteriore la economía, y hemos tomado un conjunto de decisiones para lograr el equilibrio en la administración de divisas, es una cuenta muy sencilla, nosotros tenemos que ver cuántas divisas tenemos y cómo las vamos a utilizar. Lo que estaba sucediendo antes es que veíamos cuántas divisas teníamos pero su utilización estaba sin una planificación, no quiero decir ni siquiera adecuada sino que no existía planificación».
Pero Hugo Chávez no sólo tuvo varones. Allí está el caso, por ejemplo, de una hembrita bastante traviesilla: la ministra Iris Varela. La popular «Fosforito» se declara en rebeldía contra la cotidianidad venezolana y sorprende a propios y extraños con declaraciones del más puro surrealismo. Según ella «se acabó el malandreo y los pactos con las mafias carcelarias» (¡quién lo diría!, con ese modo de expresarse cualquiera sostendría que más bien el malandreo recién comienza…). Puesta a delirar, lo hace a lo grande y afirma que «aquí no se maltrata a nadie, somos garantes de los derechos humanos (¿?), tenemos veintiséis penales con el nuevo régimen y sin hacinamiento (¿?), los privados de libertad deben cumplir las normas, aquí hay autoridad (¿?), todos deben hacer orden cerrado, a mí no me importan que estén mochos, si quieren respirar aire y salir de la celda, vayan a hacer orden cerrado, usen su uniforme, de lo contrario estarán en celdas de castigo, las cárceles del país mostraban (¿?) espectáculos dantescos, horribles, eran una vergüenza, seguimos avanzando para mejorar, todo eso trabajando en conjunto con los privados de libertad». Cuando el periodista interrumpe la ensoñación de la entrevistada para preguntarle sobre sus numerosas y polémicas fotos con pranes carcelarios (o «líderes negativos», según la neolengua chavista) recibe por respuesta una prenda de humildad: «Como te dije, yo no reconozco liderazgo en los penales. Me tomo foto con quien sea, con quien se me acerque y me lo pida. Si pudiera retratarme con el Papa lo haría, eso no tiene nada de malo». No hay vacilación posible: La «Fosforito» también es hija de Chávez, el hombre que hablaba con los pranes (quien no lo recuerde puede revisar por internet la noticia Presidente negoció por teléfono con “pranes” de La Planta, aparecida en la edición del martes 22 de mayo de 2012 del diario El Universal).
Otro inquieto vástago de Chávez es Diosdado Cabello quien, a pesar de ser el titular del Poder Legislativo, a menudo se conduce como jefe del Poder Ejecutivo, una  circunstancia que pone en entredicho la supuesta autonomía de Nicolás Maduro al frente de Miraflores. El 31 de enero, en Maracaibo, y el 1 de febrero, en San Cristóbal, el señor Diosdado Cabello, sin ser presidente de la República ni comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, formalizó ante la opinión pública la sustitución de autoridades militares en la zona de la frontera colombovenezolana, en el marco del plan nacional de lucha contra el contrabando. En el Zulia, con la presencia silente de la vocera legítima del sector castrense, la ministra Carmen Meléndez, Diosdado Cabello informó: «Unos cuarenta y tres oficiales han sido sustituido del cargo, de comandante hacia arriba, y van hacia otros destinos, a otros cargos, porque no tenemos contra ellos ninguna denuncia. Ellos cumplieron su rol aquí y viene sangre fresca a agarrar el relevo. Ninguno de los nuevos comandantes podrá permanecer por más de un año en el mismo cargo». Días después, en el estreno mundial de Con el mazo dando (hijo de gato caza ratón e hijo de águila graba programa de televisión), Diosdado Cabello decretó que el socialismo es la única salida que tiene Venezuela, a la vez que dejaba en el ambiente, sin reparar mucho en minucias constitucionales ni consideraciones democráticas, una pregunta de intención retórica: «¿Será que los de la oposición creen que los dejáremos gobernar un solo día a Venezuela?».
Por su parte, Nicolás Maduro, fiel al espíritu de su padre galáctico, quien utilizaba cualquier tragedia natural para solicitar leyes habilitantes que lo ayudasen a disfrazar como actos legales sus variados atropellos tiránicos, aprovechó por estos días la tragedia humana de la familia Barry Spears para arremeter en contra de la escasa prensa que se mantiene firme en el país: «El Nacional, El Universal y la Cadena Bloque De Armas apuestan al fracaso del plan nacional de paz. ¡Les llegará su hora! Me llamarán dictador, no me importa. Voy a endurecer las normas para acabar con el amarillismo y la propaganda que alimentan la muerte. ¡O se montan o se encaraman! (sic)». En fin, otro hijo de Chávez.
Como dirían Chaparrón Bonaparte y Lucas Tañeda en su diálogo enloquecido:

―Oye, Diosdado.
―Dígame dictador.
―Dictador.
―Gracias, muchas gracias.

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1 Comments:

Blogger Almanavar said...

Muchos hijos bastardos... legítimos... pero ¿de quién era hijo Chavez? Porque si no tiene padre o madre es un ser galáctico... de otro planeta como la canción de Silvio... en fin... te dejo en tu noble tarea genealógica. Saludos.

7:49 p.m.  

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