A menudo la principal víctima de las políticas
de seguridad empleadas en internet es el propio internauta, quien acosado por
el miedo y la paranoia accede a participar en cualquier mecanismo que prometa
ponerlo a salvo de un ataque cibernético o de un intento de suplantación de
identidad por parte de un hacker.
Ahora, a
la peste de tener que idear cada seis meses una nueva e inmemorizable
clave que contenga letras mayúsculas y minúsculas, elementos alfanuméricos,
caracteres cuneiformes, runas escandinavas y emoticones, se suma un cuestionario
en línea, donde, con intenciones rayanas en la más vulgar chismografía, los
administradores de protocolos de seguridad indagan acerca de las vidas íntimas
de las personas: el nombre de la primera mascota, la marca comercial del primer
vehículo, la ciudad donde se celebró la luna de miel, el juzgado donde se llevó
a cabo el divorcio, el hospital donde se vino al mundo o el apodo del tatarabuelo
materno. Y como para no aminorar la dosis de tortura y de sevicia, entregan una
tal tarjeta de «coordenadas» (que se parece igualito a un cartón de bingo), repleta
de combinaciones numéricas para ser tecleadas a petición del sistema.
Si usted es una de esas almas despalomadas que
cree que el limbo fue eliminado por el papa Benedicto XVI, lo invito muy
amablemente a que se equivoque tres veces con la clave o la bendita coordenada de
la FARC para que pueda observar como es suspendido de inmediato, cual canarinho Neymar, y condenado a vagar
entre un robot que lo manda a una ejecutiva de cuenta de una agencia bancaria y
una ejecutiva de cuenta de agencia bancaria que lo manda a llamar a un robot.
Una desgracia ciudadana que ni siquiera tendrá el consuelo de ser subsanada por
el defensor del Pueblo, por encontrarse este funcionario ocupado en demeritar
la huelga de hambre de Leopoldo López y condenar la llegada al país de
cualquier político extranjero remiso a prosternarse ante el monumento de «La
flor de los cuatro elementos» en el Cuartel de la Montaña.
Lo cierto es que una investigación patrocinada
por la empresa Google ha puesto de manifiesto el carácter ilusorio de las denominadas
«preguntas de seguridad». De hecho, en las conclusiones del informe se afirma
que los hackers logran acceder, en un
alto porcentaje, a las cuentas o datos cifrados con tan solo conocer la
procedencia de la persona y el entorno cultural donde se desenvuelve.
«Con un único intento un hacker podría tener un 19,7 % de
probabilidades de averiguar la respuesta de un usuario de habla inglesa acerca
de su comida favorita (la respuesta es la pizza). Y en el caso de los usuarios
de habla coreana, con diez intentos un pirata informático podría
tener un 39 % de probabilidades de averiguar la ciudad de nacimiento y un 43 %
de posibilidades de acertar la comida favorita», se explica en el estudio. En
el caso venezolano el hackeo sería
más fácil, porque todo se reduce a dos opciones: el pabellón o la arepa.
El estudio también reveló que 40 % de los
usuarios de Estados Unidos de habla inglesa no recordó las respuestas de sus
preguntas secretas. Sin embargo, sí lograron acceder al sistema con los códigos
de reinicio enviados por las plataformas informáticas mediante mensajería de
texto (más de 85 %) y correo electrónico (alrededor de 75%).
En fin, pronto tendremos que contratar a un hacker incluso para consultar un piche
correo.
Etiquetas: Amenaza, Ciberespacio, Se cansa uno
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