jueves, septiembre 06, 2007

No se va

Parece que llegó para quedarse. Inclusive mucho más allá del año 2021. Me cuesta trabajo recordar un solo día de mi vida en que haya estado libre de su devastador y desmoralizante influjo. Y es que esta bendita gripe, más que una enfermedad, a ratos se yergue como una de mis más peculiares señas de identidad. Un rasgo mórbido de mi personalidad que me hace anunciar, cual mocoso epígono del filósofo René Descartes, la contagiosa premisa de que “toso, luego existo”.
Aunque luzca un tanto exagerado, tengo para mí que, en la convulsionada Venezuela de nuestros días, resulta mucho más fácil librarse del creciente clima de polarización política que escaparse de los dañinos efectos de esta suerte de atmósfera viral que democratiza la flema y el estornudo. Si en estos momentos me tocara jugar “stop” con un grupo de liceístas, juro que no dudaría en agregar, a las tradicionales categorías de “nombre”, apellido”, “país” y “animal”, la innovadora categoría de “expectorante”, tan seguro estoy de haber probado cada uno de los productos farmacéuticos que forman el amplio catálogo de mejunjes y jarabes que, supuestamente, erradican la virosis. En verdad que me los conozco de la “A” a la “Z”.
Es un hecho paladino que todo conspira contra nuestros bronquios y pulmones. Sin embargo, quienes la tienen peor son, sin duda, aquellos trabajadores condenados a sufrir por largas horas los rigores y excesos de un aire acondicionado central; auténtica unidad de producción endógena y socialista de virus y rotavirus; agentes transmisores llamados a diezmar a los integrantes de la nómina ejecutiva, de empleados y hasta de pasantes.
La gente desesperada sólo atina a tomar cuanta planta o monte se le atraviese en su tortuoso camino. No importa desconocer la hierba: lo fundamental es meterse a brujo. Comienza entonces la hora mágico-religiosa de los chamanes ancestrales: La tía de no sé quien que se curó dizque con jengibre, miel y limón. La abuela del otro que se recuperó con malojillo, cocuiza y orín de gato. En fin: mitos y leyendas de un pueblo aficionado a la automedicación que sólo encuentra sus límites en el más allá.
Por supuesto, que nunca falta el borrachito que, sin necesidad de realizar ningún juramento hipocrático, se aventura a recetar, sobre la base de su espirituoso magisterio, el infalible recurso del guarapazo de ron; ultima ratio que si bien no quita la gripe, al menos torna más alegre el lento descenso al sepulcro.
Otra sugerencia aportada por la sabiduría popular es viajar a la playa para así aprovechar los efectos benéficos del yodo en el sistema respiratorio. Sin embargo, estas visitas a los litorales funcionan en la práctica como un cambalache de virus y rotavirus entre los muchos pestosos. De modo que se abandona la gripe “del maletín” para abrazar, in situ, y casi con mabitosa resignación, la no menos trágica gripe de la “nueva geometría del poder”. Virtud del pueblo venezolano, ésta de ponerle nombre a las virosis que menguan sus pulmones.
En mi caso personal, nada de lo que he hecho ha arrojado resultados positivos. La bendita gripe, como émula del famoso dinosaurio de Augusto Monterroso, todavía continúa ahí, impertérrita ante nebulizaciones y sobredosis de vitamina C.
Lo peor de mi cuadro patológico es que la tos surge cada vez que me dan ganas de reír, por lo que los chistes y ocurrencias disparan mi paranoia. Lo único que supera el bajo nivel de mis defensas es la subterránea condición de mis fondos económicos, que ya no soportan más el pinchazo de otra jeringa, el fracaso de otro urocultivo, la derrota de otro perfil veinte. A cada nuevo examen hematológico le sigue la presencia amenazadora de un nuevo padecimiento. Pareciera que no quiero dejar para los demás.
Ya lo dijo Alberto Barrera Tyszka en su novela La Enfermedad: “La sangre es muy chismosa. Lo cuenta todo. Cualquiera que trabaje en un laboratorio clínico sabe que es cierto. Detrás de ese líquido oscuro, que se almacena en pequeños tubos, se esconden turbios melodramas, naturalezas vencidas o sórdidos relatos que huyen de la ley”.

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2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Esta es la verdad

3:42 p.m.  
Blogger Cástor E. Carmona said...

Si esa virosis sigue arrojando tan astutos símiles, le deseo una larga convalecencia

10:57 p.m.  

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