viernes, agosto 04, 2006

El pensamiento dequesiano

Sólo una corriente intelectual se encuentra en condiciones de disputarle al socialismo del siglo XXI su condición de gran protagonista de la escena ideológica venezolana. Se trata, sin más ambages, de esa vanguardia cultural denominada “pensamiento dequesiano”.
Basta sintonizar la radio, o encender el televisor, para escuchar a distinguidos compatriotas que se suman a la noble y necesaria tarea de pensar de que… Un valiente gesto por parte de aquellos que ante la menguada hora que vive la república han optado por arrumbar los enmohecidos preceptos de la sintaxis castellana, para dedicarse por completo a la desafiante tarea de canalizar a la opinión pública nacional.
“Yo pienso de que sería un error apoyar la opción antipolítica del Conde del Guácharo”, clama angustiado un analista político desde su tribuna mediática. “Yo pienso de que la oposición saldrá fortalecida de las primarias”, nos comenta alegre un miembro de la oposición democrática. Y por último, una de esas personas que goza enamorándose sola, nos aclara: “Yo pienso de que la culpa no es del presidente, sino de los ineptos de sus ministros que lo han mantenido engañado durante estos ochos años”.
No hace falta acudir pues a ninguna comisaría para trazar el dibujo hablado de un pensador dequesiano. Basta observar su comportamiento y sus costumbres: No reactiva, relanza; no calcula, estima; no desdeña, ignora. No prevé, puesto que prefiere contemplar. No enfrenta, mas sí confronta.
Sabido es que este espécimen no es audaz, sino agresivo. De tal violencia puede dar cuenta su público o audiencia, la cual no es atendida sino atacada de manera proactiva y competitiva (y yo agregaría que impune). Y aunque es cuidadoso de su privacidad (su intimidad parece importarle poco), reclama de los dirigentes políticos honestidad, aunque el manejo del erario “público” recomienda que mejor se observe otra virtud: la honradez.
Este globalizado pensador dequesiano no vive precisamente una existencia apacible. A menudo debe encarar severos problemas, circunstancia que suele tornar más grave aún el infortunio que le acontece. En su desesperación, nuestro admirado amigo toma conciencia de que para salir del penoso trance debe privar la razón. Empeño vano que lo conduce directamente al fracaso, como consecuencia de su temerario desprecio al raciocinio, el cual siempre debió primar.
Pero continúa batiendo el chocolate. No se amilana ante las adversidades, porque sabe muy bien que perdió una batalla, nunca la guerra. Y así, aunque llegue retrasado al terreno donde habrá de librarse el combate final, siempre lo hará con una estrategia puntual. Será allí, en el terreno, bien sea explanado, bien sea escarpado, donde hará valer su pírrica mayoría. El triunfo como destino.
La novelista Ana Teresa Torres nos comenta que los humanos somos seres de lenguaje y en él va nuestra alma. Quizás sea por eso que resentimos tanto la influencia de algunos seres que se sienten intelectualmente comprometidos con todo menos con el buen hablar, y con su negligencia condenan a desaparecer tantas y tan buenas palabras.
Lo dijo Rosa Montero: “Torturar una palabra hasta conseguir que traicione su significado me parece algo tan repugnante como torturar un cuerpo. Porque las palabras mentirosas terminan amparando actos criminales y masacrando cuerpos reales”. El pensamiento dequesiano también puede resultar peligroso.

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1 Comments:

Blogger Inos said...

...y pensar que el pobre Platón quería llegar a las verdades trascendentales a través de la significación de las palabras, sin llegar a imaginar el notorio avance que en ese sentido lograría el "Pensamiento Dequesiano". Una auténtica dialéctica grouchomarxiana en los albores del siglo XXI.

Su clarividencia es admirable, estimado amigo.

2:56 p.m.  

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