lunes, septiembre 08, 2008

Te tengo un chiste


Meterse a comediante tiene sus bemoles. Pienso, por ejemplo en la implacable persecución montada por los espontáneos del humor, individuos latosos que, temerariamente, gustan de arrogarse la legítima representación del gracejo popular.
Ha tocado en suerte a los creativos de la publicidad comercial encumbrar el precario ingenio de esta casta prestigiada con el nobiliario título de “los jodedores”, prolíficos exponentes de la picaresca criolla, que han logrado hacerse de risas y carcajadas gracias a su calculada apelación a bromas pesadas, dobles sentidos y obscenidades (el coño como fórmula apotropaica).
Estos ensalzados jodedores, que son al humor lo que los adictos al karaoke son al bel canto, no pierden ninguna oportunidad para brindar una desinteresada asesoría a las desangeladas figuras del humorismo profesional. Los más extremistas, aconsejan terminar aquellas carreras imposibilitadas para conectarse con los vectores cómicos del inconsciente colectivo (a saber: los borrachos, las suegras, los homosexuales, los cubanos, los negros, los maracuchos, los orientales o los gallegos). Los más moderados, en cambio, invitan a bisoños y a veteranos a seguir transitando los estrechos senderos del humor, pero eso sí: andando sobre seguro. Esto es, copiándose sin mayores aspavientos morales los mejores chistes del ciberespacio. ¿Te sabes el último de Jaimito?
Pero los perdonavidas que se desprenden generosamente de sus mejores chistes, para apuntalar rutinas humorísticas en declive, no son los peores. Tengo por más terribles a los inefables personajes que se consideran por encima del chascarrillo de ocasión; que piensan que sus vidas constituyen la mejor materia prima para la presentación de monólogos redondos. Para estas psiques alteradas, el humorismo vendría siendo el confesionario laico de infieles, drogadictos e impotentes. Al final del día, no te refieren una chanza sino una biografía previsible, anodina.
También existen los sujetos que se declaran sin sentido del humor. Son los que prefieren que le eches un chiste. Ellos juran que porque te metiste a cómico tienes la obligación de estar siempre con la encía pelada, engarzando historias hilarantes del tipo sube-el-telón-baja-el-telón-cómo-se-llama-la-obra. A veces me pregunto qué actitud tomarán el día en que conozcan a un sicario o a un suicida islámico. ¿Su indomeñable curiosidad les llevará a pedirle una pequeña demostración de su explosivo arte?
Recuerdo el día en que una mujer muy especial se enteró de que estaba presentándome en algunos locales nocturnos de stand up comedy. “¡Qué bueno Vampiro que tomaste esa decisión! ¡Tú siempre me has dado risa!” Superado el impacto de tan hirientes banderillas, sólo me quedó la certeza de que en esa maestranza jamás llegaría a ponerme un traje de luces. Y es que no hay que leerse de cabo a rabo los seminarios de Jacques Lacan para desentrañar las revelaciones psicológicas de semejante lapsus: un tipo de elogio que resuena como cerrada rechifla al interior del alma enamorada. Con razón dijo Chesterton que “en el humorismo se tiene la sensación de ser objeto de risas, a la vez que uno se ríe de sí mismo. Implica cierto reconocimiento de las debilidades humanas”. Yo, soy el cantante...
Creo en el imperativo de la risa. No sólo porque ponemos en marcha 400 músculos del cuerpo o porque nuestros pulmones llegan a inspirar hasta doce litros de aire -en lugar de los seis habituales- o porque mejoramos la apetencia sexual y minimizamos la hipertensión arterial. En verdad, tenemos que creer en la risa por aquellas palabras luminosas que un día el maestro José Ignacio Cabrujas le confió al insigne cronista de lo crónico Cástor Emiro Carmona: "¿Sabes? El humor es inevitablemente otra manera de amar, de pedir calma, de evadir el grito, el insulto, soslayar la furia estúpida y ciega. Y, ¡mira!, quizás sea esa la definición más acertada que se le pueda conceder al humorismo. La de un raro, aunque extraordinario, acto de amor" (La risa se desnuda. Cástor Emiro Carmona. Ediciones Comala.com. 2001).

Etiquetas: , ,

3 Comments:

Blogger Juan Carlos González Díaz said...

"en esa maestranza jamás llegaría a ponerme un traje de luces". Jajajajaj. Pana, quá cague de risa.

Un abrazo pana,

J.

6:43 a.m.  
Blogger fa mayor said...

Totalmente de acuerdo con Cástor Emiro. Ya me parecía a mí que tus textos rezumaban amor.
Saludos, Vampiro.

1:47 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

te falto agregar al que te recuerda tu propia rutina y en plena conviccion de su gracia natural espera risas incontrolables de tu parte, "epale saturno", JAJA, me acabo de dar cuenta que yo vivo haciendolo, repitiendo tu rutina, me eche tierra...

1:11 p.m.  

Publicar un comentario

<< Home