viernes, septiembre 02, 2005

El partido de los feos: renace la esperanza

No nos hizo falta viajar a Maracaibo ni cerrar la avenida Bolívar todo un fin de semana. Apenas necesitamos de tres alentadores güisquis y de la invalorable compañía de leales amigos para anunciar públicamente nuestro salto, que no asalto, a la siempre difícil arena política. Y es que ayer, bueno es que lo sepan, señores y señoras, ladies and gentlemans, compatriotas todos, ha tenido lugar, en la cosmopolita ciudad de Caracas, el feliz alumbramiento de una nueva y esperanzadora alternativa de entrega y combate ciudadano: el partido de los FEOS.

Que de cómo la boda de mi alto pana Luis Vargas devino efusivo acto de presentación del grupo político Fuerza Emergente Organizada (FEO por su siglas, feo por sus miembros), será cosa que abordaremos con lujo de detalles en otra oportunidad, ya que la hora actual nos dicta desechar los pequeños encantos del relato anecdótico para arremangarnos la camisa y plantar oposición a tanto desmadre y equivocación de la historia (Cabrujas dixit).

Que los feos están en la calle es un hecho apodíctico, una de esas verdades que no admiten dudas. Sólo requerimos abandonar momentáneamente la paz hogareña, y perdernos entre el bullicioso y dinámico hormigueo de peatones y viandantes, de motorizados y conductores, para obtener debidamente un provechoso e inequívoco, éste sí, contacto con la realidad. Porque, es que todo sea dicho: Ni el régimen segregacional del Míster Venezuela, lamentable expediente estético de fascista raigambre eugenésica, ha podido ocultar lo inocultable: Aquí existe el feo parejo y disparejo, y tal vez sea válido y hasta conveniente ponerles el nombre colectivo de legión, como los demonios bíblicos.

Sin embargo, los feos no han necesitado de la muerte para tener noticias y adelantos del cielo. No olvidemos que la gema más codiciada del Olimpo heleno pertenecía no al aguerrido Ares ni al seductor Apolo, sino al contrahecho Hefestos (hasta cojo era el pobre), quien aún labora sus forjas ubicadas en las profundidades del volcán Etna. Claro que no faltará quien nos recuerde maliciosamente la pronunciada cornamenta que la casquivana Venus ha colocado, a manera de tristérrima diadema, en la crisma del pobre y abnegado Vulcano. A lo que me pregunto: ¿Por qué será Dios mío que, a los ojos del insidioso imaginario popular, los feos que comparten su lecho con despampanantes beldades impepinablemente están condenados a saber de cuernos e infidelidades? ¿Por qué será que a Brad Pitt nunca le montan los cachos? ¡O Nietzsche: inhumano, demasiado inhumano!

Pero en fin, no perdamos el foco ni nos hagamos los locos. No podemos llamarnos a engaño: cruzar el Rubicón debemos (como diría el maestro Yoga, o, más cerca de nosotros, el jedi García Carneiro), sobre todo en estos tiempos donde muchos compatriotas únicamente atinan a ponerse verde ante tanto discurso y simbolito rojo. Y es que la utopía, al igual que el signo monetario, también se nos ha devaluado y hoy tan sólo es el angustioso anhelo de comer tres veces al día. Tan sólo eso. Que sean otros pues los pueblos que se den el lujo de soñar con una sociedad próspera y progresista.

Que duda cabe: Los errores del pasado, y también los del presente, terminaron convirtiéndonos en un país en situación de calle, tal como diría un científico social interesado en minimizar el impacto de su denuncia detrás del burladero eufemístico.

Pero decíamos que nació el partido de los Feos, y es, a este hecho histórico, que debemos circunscribirnos para poder analizar serenamente los duros desafíos que en esta hora menguada le tocará arrostrar y superar al nuevo liderazgo venezolano. El primero de estos retos, acaso el más duro de todos, es la titánica tarea de ganarle la carrera electoral a un demagogo con billete y escasos tiquismiquis, que es algo así, queridos hermanos de fealdad, como intentar levantarle la novia a un Tom Cruise envalentonado por las ganancias milmillonarias de la reciente “Guerra de dos mundos”. No hace falta tener un elevado coeficiente intelectual para intuir que no la tenemos fácil. Pero aquí entre nos, y con el corazón en la mano, ¿cuándo carajo es que la hemos tenido fácil? Porque yo nunca me he enterado…

Ante este ciclópeo desafío sólo toca hablar con la verdad, y decirle a la gente que no será un divertido barranco de fin de semana lo que les espera. No. El Partido de los Feos no está convocando a un alocado weekends o a una extrema e intensa parrillada. Este autobús no va para ahí mismito, no podremos dejarlos en la esquina bien rapidito, y mientras cambia el semáforo. Este viaje es de largo kilometraje, y aunque siempre se podrán hacer paradas para estirar los pies y meterse una bala fría, lo cierto es que nos tardaremos un tiempo en llegar a nuestro destino. Pero aquellos que decidan sumarse a esta travesía deben saber que seguramente la pasarán muy bien porque tenemos buena música, un relajante aire acondicionado y el tesoro invalorable de una excelente compañía.

Sin embargo, aquí en este punto se presenta el segundo gran escollo que deberá ser sorteado por nuestra incipiente (pero nunca insipiente) organización: el riesgo de que nuestras bases naturales nos nieguen y rechacen, porque fuerza es reconocer que ninguno de nosotros se muere por reconocerse feo sin más ni más. Es lamentable, pero es la verdad: en un mundo regido por las frívolas leyes del fashion, ser feo y no estar bueno son dos delitos que nadie debe permitirse. Así las cosas, entonces: ¿Cómo haremos para llegarle al corazón y la mente de todos nuestros queridos feos de base? ¿Cómo llamarlos feos y que no se nos arrechen por ello? ¡Todo esto es tan difícil! Como diría Don Juan Tenorio en la antesala de su particular averno: ¡Cuán largo me la fiáis!

Se me ocurre que como en el fondo se trata de un problema de falsa conciencia de clase (porque para lo único que está bueno un feo sería para hacerse una cirugía correctiva, de acuerdo con la opinión fanatizada de ese talibán lampiño llamado Osmel Souza), los tiros de la respuesta tendrían que ir por esa misma dirección: por una campaña de concientización.

En este sentido, se me ocurre una primera pieza creativa que tendría como imagen a la escultural Norkis Batista, quien aparecería en la entrada de un establecimiento comercial retenida por un diluviano aguacero. En ese momento, llega un carro que se estaciona y baja la ventanilla, de suerte que podemos apreciar el rostro poco agraciado de su dueño. Luego, nuestra monumental Norkis corre presurosa en dirección al coche, y antes de entrar se voltea a cámara para pronunciar el siguiente parlamento: “Yo definitivamente me mojo por un feo! ¿Y tú?” En ese momento, aparece en pantalla el nombre de nuestra gloriosa organización: “Partido de los feos, llega una nueva sensación”. ¡Coño si no nos dan el premio ANDA es porque no pueden con la envidia!

La otra pieza publicitaria sería con nuestros líderes fundamentales interactuando con la comunidad, y registrando con alegría el crecimiento de su público y escuchas. Entonces aparece en pantalla el carismático comentarista deportivo Humberto “Beto” Perdomo, quien mirando a la cámara suelta su pegajosa frase: “Esto está feo, muuuuuuuuuuuuuuuuuuy feo”. Luego aparece en pantalla, el siguiente texto: “Cada día somos más. El partido de los feos, llega una nueva sensación”. ¡Otro palo pues!

¡Ya me imagino a todos los feos del mundo unidos, hermanados por las causas más nobles y elevadas que los seres humanos puedan ambicionar; ocupando los espacios de una plaza infinita (no la de Tianameen, no la Plaza Roja), apiñados como en el comercial del efecto Axel! Lo que falta es que el maestro Joaquín Ortega, compositor de laureados y reconocidos temas musicales, se sirva a escribir la letra de nuestro himno inmarcesible.

¡Vamos a por el poder! Tengan ustedes eso muy claro. Pero vamos al encuentro de ese poder, no con la premura del cuatrero que le entra a saco al codiciado botín, sino con la calma y serenidad de conciencia condignas de las personas que tienen muy claro el papel histórico que les ha tocado jugar.

No andaremos besando viejitas ni cargando muchachos. No estaremos brincando charcos ni simulando un alicate con nuestros agitados brazos. No hablaremos de magnicidio ni de conjuras de la CIA. No conversaremos con Christopher Mann ni con la directiva de la ominosa organización Venezolanos Voluntarios con Bush. Tampoco lo haremos con las celebradas plumas de la venerable triple A. No nos ocultaremos en el Bingo de Las Mercedes ni mucho menos en el Museo Militar. Simplemente haremos política, pero política de altura. Altura en sus miras y en sus alcances. Altura en sus preguntas y respuestas. Y luego, en el fragor del combate, haremos una emotiva pausa para participar con nuestro pueblo en el perreo y el sandungueo. ¡Y es que serán nuestros cachorritos!

No tenemos miedo a ser motejados de frijolitos desde las cumbres del poder. La ponzoña de la mediocridad no surtirá en nosotros su letal efecto. Somos herederos de la ilustrada tradición del gran partido de la Maizina Americana de Alfonso Rivas y Compañía, fundado por los eximios patriarcas José Ignacio Cabrujas y Salvador Garmendia.

Aunque somos de izquierda, no somos siniestros. Somos de centro izquierda, portadores de un mensaje progresista y solidario: la tesis del socialismo liberal. Porque de algo estamos convencidos: el socialismo del siglo XXI será liberal o simplemente no será.

Porque como nos recuerda Michelangelo Bovero, en su imprescindible texto Una gramática de la democracia:


“La democracia no puede ser definida como <> para indicar un supuesto vínculo indisoluble con el proyecto ideológico liberal de realizar un modelo de sociedad en el cual esté garantizada para cada individuo la mayor suma de libertades negativas (libertad como no impedimento y como no constricción). De la misma manera, no puede ser definida como <> para indicar un supuesto vínculo indisoluble con el proyecto ideológico socialista de realizar un modelo de sociedad en el cual esté garantizada la máxima justicia social. Lo que se suele indicar con la noción de democracia liberal, cuando es usada en un sentido correcto y no contradictorio con la naturaleza formal de la democracia, es que un determinado conjunto de principios y valores de tradición liberal (particularmente las cuatro libertades de los modernos) son su precondición indispensable. Pero se debería agregar inmediatamente que un determinado conjunto de principios y valores de tradición socialista (de manera particular la equidad en la distribución de los recursos primarios) constituyen la precondición de aquella precondición. En otras palabras, una forma de Estado de Derecho que proteja las libertades individuales fundamentales, y una forma de Estado Social mínimo que satisfaga las necesidades primarias esenciales, constituyen los elementos de valor, <> y <> (o <>) respectivamente, que permiten, en principio, a la democracia, no ya convertirse de formal en sustancial, sino más bien, permaneciendo formal, no volverse, en mayor o menor medida, una democracia aparente”


Los feos ya están en la calle. Y tú Chávez, si eres de aquellos que no le gusta caerse a mentiras frente al espejo, deberías convencerte de que no te conviene meterte con nosotros.

¡Tienes razón Beto! Esto está feo, muuuuuuuuuuuuuuy feo.

4 Comments:

Blogger Joaquín Ortega said...

enhorabuenahermano...escribotodopegadoporquesedañólabarraespaciadora

10:38 p.m.  
Blogger Joaquín Ortega said...

porquesedañólabaraespaciadoracoño!

10:38 p.m.  
Blogger Joaquín Ortega said...

digobarraespaciadoracoñootravez

10:38 p.m.  
Blogger Madrugando said...

Esta pieza contiene, dentro del desenfadado estilacho del autor, el germen de lo que ha de ser el postulado fundamental de la nueva Venezuela, de la patria grande y bonita, la soñada por Pérez Bonalde y Andrés Eloy. La patria del socialismo liberal, oximoron caribeño que colmará de felicidad al pueblo de Venezuela. En eso estamos y hacia allá vamos.

3:14 a.m.  

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