jueves, febrero 21, 2008

Expulsado del universo



Tengo un tío expulsado del universo. El draconiano veredicto fue suscrito unánimemente por la altísima cúpula espiritual de una secta religiosa, cuya denominación se me antoja tan enrevesada como prolija. Un episodio de indiscutible estirpe surrealista que ha logrado sumir a toda la familia en una intensa confusión, al no poder vislumbrar el modo más conveniente de ayudar a nuestro pariente durante el cumplimiento de su condena.
Ya son muchos los años transcurridos desde que mi tío decidió romper con el catolicismo. El vendaval de preguntas metafísicas que asediaban su agitada mente nunca consiguió respuesta en los capítulos y versículos de las Sagradas Escrituras. Ninguno de nosotros conoce con exactitud el día en que entró en contacto con los fanatizados miembros de una secta iluminada que, a cada instante, reclama para sí el abordaje científico del espiritismo.
Muy poco sabemos de las prácticas y rituales de esta agrupación. Los días martes llevan a cabo, con la ayuda de médiums previamente certificados, una tanda de conversaciones con espíritus de maestros ascendidos. La primera media hora de este diálogo de ultratumba se dedica a la transcripción de revelaciones proféticas y a la divulgación de conocimientos estratégicamente velados al resto de la humanidad. La segunda media hora, por lo general, se destina a una suerte de rueda de prensa sobre el deselance de variados acontecimientos vinculados con la cotidianidad política, económica y social del país (¿En cuál supermercado habrá leche? ¿Barack Obama superará a Hillary Clinton en la lucha por la candidatura demócrata? ¿Cuántos juegos ganará Johan Santana con los Mets de Nueva York? ¿Con quién se besó por fin Guti: con su hermano o con su hermana? ¿Cuánto tiempo durará la pajística de las tres R volteadas y en trance epiléptico? ¿Cómo es posible que el perico con un hueco debajo del pico pueda comer? ¿Qué número saldrá en el sorteo de la tarde de la Lotería del Táchira?)
En cuanto al corpus teórico, podemos precisar que la secta cree en la existencia de una suprema voluntad creadora, cuyo aliento de vida sustenta un complicado mecanismo espiritual de reencarnaciones, cargas karmáticas y evoluciones eternas. El mundo espiritual se conecta con el plano material a través de la inexorable ejecución de leyes universales, entre las cuales destacan la ley del amor, la ley de causa y efecto, la ley de la simetría (como es arriba es abajo) y la ley de la compensación.
Recuerdo la vez que mi tío se animó a darme algunas explicaciones sobre la tesis de la metempsicosis. En aquella ocasión, pletórico de curiosidad, le pregunté acerca de la cadena de reencarnaciones que había hilvanado el fundador de la polémica escuela espiritual, un sujeto de nacionalidad argentina. Me dijo que la más famosa de todas fue la de Moisés: “El guió al pueblo judío por el desierto, y recibió las sagradas tablillas de piedra en el Monte Sinaí”. Entonces le contesté que notaba una mayúscula contradicción teológica. “¿Cuál será hijo mío?”, “Pues que sí es argentino, no puede ser Moisés, a juro tiene que ser Dios”. De más está decir que no le hizo gracias mi chiste. Se limitó a decirme: “Pobre de ti, que no has evolucionado lo suficiente para saber la verdad”.
Hace tres meses me enteré de que los compañeros de secta de mi tío, preocupados por la creciente influencia que venía ejerciendo éste en el círculo de iniciados, optaron por abrirle un procedimiento administrativo y darle un puntapié de carácter eterno. A mi juicio, la saña del castigo infligido supera por mucho las más terribles condenas registradas en los relatos mitológicos y en la historia humana, pues me cuesta imaginar que exista un sitio que no esté contenido en el infinito universo (hasta Zafiro y Acero cumplieron su pena en algún remoto punto del cosmos)
En uno de sus ensayos más brillantes el escritor rumano Norman Manea señala que en el seno de las sociedades abiertas a menudo acontece la proliferación de sectas religiosas, políticas o económicas que reproducen a lo interno los más opresivos mecanismos de la tiranía: “La nostalgia de la coherencia, de la cohesión ideal comunitaria, sigue activa, no obstante, en las democracias modernas, quizás no en toda la sociedad, pero sí ciertamente en lo que atañe a los grupos cerrados. El narcisismo comunitario genera suspicacia y culto; las formaciones sectarias reproducen, a veces, con parecido sorprendente, el modelo totalitario. La técnica del control mental, el absolutismo del poder, los escenarios apocalípticos y la exaltación misticoide extendida hasta el crimen ritual son características nefastas de muchos grupos cerrados de la sociedad abierta”.
Nada más parecido a una secta que la revolución bolivariana ruidosamente nacionalista. Nada más semejante a un misterio teológico que la existencia de un comité disciplinario en la estructura de un partido que todavía no cuenta con reglamentos internos ni una base formal de inscritos. De ahí quizás venga la explicación de la sorpresiva expulsión del diputado Luis Tascón del benéfico universo del socialismo del siglo XXI.
Ya lo dijo el novelista Antonio Muñoz Molina: “El «patriota» necesita traidores y enemigos igual que el inquisidor necesita herejes. Los dos desarrollan una curiosa inclinación por los autos de fe”.

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2 Comments:

Blogger Linus Lowell said...

Muy bueno.
Es curioso ese fenómeno en el que los alumnos más alienados por las sectas acaban resultándoles incómodos, y prefieren quedarse con los aspirantes mediocres.

6:02 a.m.  
Blogger Luis Yslas said...

Habría que hacerle una entrevista urgente, ecuménica, a tu tío. Asaltan las dudas... ¿Qué se siente estar fuera del universo? ¿Se aburre? ¿Duele? ¿Es la misma vaina que aquí? ¿En qué ocupa sus días, sus noches (si es que existen esas convenciones), mientras dura su exilio del Todo? ¿Ha hablado con Dios? ¿Hay más expulsados o es el único ser en la Nada? ¿Ha visto por casualidad leche, arroz, aceite de maíz?

7:24 p.m.  

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