miércoles, noviembre 12, 2008

Los mejores años de mi vida


No es secreto para nadie que todas las personas que han sido eyectadas del tálamo nupcial gustan de recriminar a sus abominables verdugos el haberles arrebatado los mejores años de su existencia. Curioso razonamiento que, en esencia, hace coincidir la denominada flor de la vida, no con una determinada escala etaria -no hay edad para la ruptura amorosa-, sino con aquel tiempo en que el ser humano tuvo por buena la idea de estar imprudentemente arrejuntado.
De tal suerte que el amor y el impulso sexual se convirtieron, gracias a los postulados de tan peregrina teoría, en el funesto binomio aplicado por el destino para impedirle a cada uno de los pobres abandonados fundar la corporación Microsoft, escribir Los detectives salvajes, representar el papel de Anton Chigurh en la película No Country For Old Men, ganar ocho medallas doradas en los juegos olímpicos de Beijing o grabar un lascivo video en compañía de Beyoncé Knowles y Britney Spears. En fin, ¡qué de cosas habrían hecho si no se hubiesen “empiernado”!
Pero anclar los mejores años de nuestra vida en esa duna pródiga de espejismos que es el pasado equivale también a despreciar, aunque sea indirectamente, los variados cambios y beneficios aportados por la evolución científica e informática. Supone admitir, por todo el cañón, que nuestras existencias eran más felices en la gris época en la que no teníamos el valioso auxilio de las plataformas tecnológicas que mejoraron nuestra calidad de vida y potenciaron nuestras capacidades cognitivas y comunicacionales.
Por supuesto, que nunca faltará quien sospeche que nada bueno nos traerá la nueva primavera, y que el ser humano, si en verdad existiese una voluntad divina, sólo debería cumplir la cantidad de años necesaria para obtener la licencia de conducir y asistir a las proyecciones de películas con contenidos sexuales explícitos. No lo dicen, pero están convencidos de que las sociedades actuales solamente exaltan como modelo de vida la utopía de la juventud permanente.
No hay duda de que con refrescamientos estéticos podemos disimular la caída de los años. Sin embargo, la opción de las cirugías, además de costosa, también está expuesta a los rigores de esa maldición microeconómica conocida como “rendimientos decrecientes”; fenómeno social que nos advierte que cada nueva intervención quirúrgica registrará resultados plásticos de menor calidad. Un panorama aterrador, que se agrava considerablemente cuando analizamos el sabotaje sigiloso de cuellos y manos, partes del cuerpo que se niegan a silenciar las informaciones que otros órganos intentan ocultar.
El rendimiento decreciente de la cirugía plástica despierta angustia entre las personas repotenciadas, y las obliga a afinar sus dotes adivinatorias, a fin de no perder la lozanía de sus turgencias en la timba de las pasiones humanas. Y es que, como bien dijo uno de los personajes de La posibilidad de una isla, novela del francés Michel Houellebecq: “No es tan fácil tener relaciones a partir de cierta edad (...) Ya no tienes tantas ocasiones de salir, ni tantas ganas. Y además hay mucho que hacer, formalidades, gestiones..., las compras, la lavadora. Y encima también te hace falta más tiempo para cuidarte, simplemente para mantener el cuerpo más o menos en funcionamiento. A partir de cierta edad, la vida se vuelve, sobre todo, administrativa”.
Escribo estas líneas y recuerdo la escandalosa tesis de un amigo psicólogo, quien fija en los cuarenta años el techo de las realizaciones personales: “Con la cuarta década de vida termina la feliz coincidencia de experiencia y juventud. A partir de ese momento, únicamente nos queda la experiencia; una experiencia que, en muchos casos, sólo es maña para disfrazar con precarios discursos la permanente presencia de la derrota. Porque estamos tan conscientes de esta dura verdad es que nos resulta muy lamentable la visión de un viejo con un proyecto. A esa edad, todo lo que tenía que ocurrir ya ocurrió. El único éxito creíble en la edad madura no es otro que conseguir que el seguro acepte la cobertura total de tus medicamentos. ¡Así es la cosa, papá!”.
¿Pero cómo saber que hemos alcanzado la plenitud de nuestras acciones, y que al día siguiente nos espera el vértigo del declive? Personalmente no tengo ni idea. Lo único que sí puedo decir es que, según esta efectista cuenta regresiva, sólo me quedan tres años para dar el palo en humor o en literatura...
Y en cuanto al robo de nuestros mejores años, soy de los que creen que dicho hurto guarda mayor relación con los gobiernos y sistemas ideológicos pagados de sí mismos que con los amantes. Todos conocemos personas que vieron sus vidas cercenadas por el comunismo. En la actualidad, también observamos como millones de hombres y mujeres pierden lentamente su existencia en nombre de la mano invisible del mercado; situación que me hace pensar en uno de los muchos chistes políticos recabados en la Europa del Este por Ben Lewis -presentados en su muy vendido libro La risa y el martillo-: “¿Cuál es la diferencia entre el capitalismo y el socialismo? El capitalismo es la explotación del hombre por el hombre, y el socialismo es exactamente lo contrario”.

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3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

que bueno Vampiro, que bueno.

10:32 a.m.  
Blogger Lis said...

Mi vampi querido, que placer leerte, me he divertido un monton y por que no admitirlo me dejastes la semillita de la reflexion que entre risa y risa se fue enraizando en mi ser. Besitos

7:54 p.m.  
Blogger Unknown said...

Querido Vampiro, quiero que sepas que tu eres la razón que me ha llevado disfrutar cada martes del Moulin Rouge, la primera vez no quiero ni contarte lo mucho que disfrute tu actuación, realmente fue de palco.

No obstante en favor de tu desempeño quiero hacerte llegar mi más constructiva crítica, estas bastante repetitivo, y en tu blog muy rebuscado. Tus mejores artículos son aquellos que no tienen mayores artificios y dejan en evidencia tu auténtica calidad.

Espero recibas este comentario con el mejor de los ánimos y que logres cosechar los éxitos que estoy segura que mereces.

No soy ningún literato y creo que me falta un montón para tener la valentia de pararme a hacer Stand up comedy y espero que no que te enfoques en ello.

En mi comentario pretendo hacerte llegar la opinión que he recabado de aquellas personas que he logrado conquistar exponiendote como atracción principal y fundamental motivo para estas noches de martes.

Tu amiga

8:47 p.m.  

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