jueves, febrero 12, 2009

De nuevo NO


Este domingo los venezolanos tendremos que acudir de nuevo a las urnas comiciales para ratificar una decisión que ya habíamos tomado de manera soberana en la jornada cívica del 2 de diciembre de 2007. Y lo haremos no por un exceso de democracia participativa y protagónica, puesto que el pueblo ya habló, sino por el empeño enfermizo de un alma envilecida que se rehúsa a ver limitada sus ansias de poder.
El escritor Gustav Flaubert alertaba a sus contemporáneos sobre la peligrosa influencia de políticos demagogos y puritanos que se ponen la ética como las prostitutas se ponen el maquillaje. Y en este sentido, pienso, por ejemplo, en el desesperado guapetón de barrio que luego de insultar e intimidar a los hombres y mujeres de la comarca intenta de buenas a primeras, y en triste ardid de pelota “caribe y burdelera”, morigerar sus palabras y actos para revertir las tendencias declinantes de opinión pública. De suerte que nunca dijo lo que dijo ni pateó a quién pateó ni retiró al embajador que retiró. O sea: “Si te vienen a contar / cositas malas de mi / manda todos a volar / y diles que yo no fui / yo te aseguro que yo no fui / son puros cuentos de por ahí / tú me tienes que creer a mí / yo te lo juro que yo no fui / ¡Ay mamá que yo no fui!”. Pero, lamentablemente, cara de pirulí, así como no hay manera de ocultar un embarazo de nueve meses (ni siquiera la imaginación desaforada de Delia Fiallo llegó a tanto), no hay modo de disimular diez años de pura incompetencia y blablablá autocrático.
Pero sabido es que al líder supremo y continuo le importa un bledo el sentimiento de la gente, y por eso ha ordenado a un batallón de solícitos rábulas y cagatintas justificar una nueva violación a la Constitución Nacional. Para ello, los mencionados cerebros han alumbrado la "teoría” del buen gobierno. Y yo, modesto mortal, que no aspiro al poder eterno ni tampoco escalar las alturas jurídicas de un Hans Kelsen o de un Luigi Ferrajoli, no puedo negar que el término escogido resulta, al menos desde el punto de vista semántico, muy acertado; ya que el fenómeno del “buen gobierno” es cosa jamás vista en la práctica de la revolución bolivariana. Es pura teoría. Puro bembeo.
Como bien lo ha advertido el académico alemán Klaus Theweleit: “El fascismo es un modo de producción de realidad”. Y los modos de producción de “realidades” del chavismo son harto conocidos: montajes policiales (las imágenes del director de la policía Metropolitana preparando los cócteles molotov para inculpar a los dirigentes estudiantiles), láminas de power point con índices macroeconómicos más pinchados que güisqui de taguara (¡qué tristeza observar a un exñángara explicando el índice de Gini con la misma convicción de Moisés Naim y Ricardo Haussman, vituperados neoliberales!), exhibiciones de maquetas, inauguraciones de piedras fundacionales, proyecciones multimedia de animaciones 3D, entregas de cheques, y saturación comunicacional de frases y eslóganes. ¡Jamás el poder exhibió tanto descaro!
Creo, con Karl Kraus, que debemos aprender a ver los abismos allí donde están los lugares comunes. Y por eso, debemos salirle al paso, por ejemplo, a la mentira mil veces repetida de la victoria “pírrica” y en cambio exigirles a los cinco rectores del CNE que nos revelen el destino de un millón ochocientos votos que aún se mantienen en sospechoso secreto. Debemos también denunciar las reducciones de los aportes monetarios que la nueva PDVSA efectúa para programas sociales como Barrio Adentro, Mercal, Vivienda y Milagro (en verdad que no hizo falta que llegara ningún escuálido a la dirección de la petrolera estatal para que se registrara un descenso de 65,3 por ciento en las erogaciones). Debemos, de igual modo, rechazar el intento de culpar a los medios de comunicación por el asalto a la sinagoga (no todos los implicados eran escoltas del rabino. ¿Por qué se pretende ocultar el nombre del funcionario que dirige la Policía Metropolitana?), y alertar sobre el nuevo brulote comunista denominado pomposamente “guerra religiosa mediática”. Y en cuánto a la inseguridad ciudadana, qué podemos decir: que, aunque el teniente coronel Hugo Chávez insista en minimizar la tragedia de las familias venezolanas frente a la serena belleza de Patricia Janniot, “los muertos son tantos que ya no caben en la memoria. La superpoblación no es un problema exclusivo de los vivos; en el otro mundo también se apretujan las masas (Sándor Márai)”.
Resulta evidente que quien pide disfrutar del poder por lo que le queda de vida no merece retenerlo ni siquiera un día. No es digno de llevar las riendas de la patria quien carece de personalidad (insulta a Obama, pero luego se anima a darle un compás de espera dizque porque Fidel Castro lo alabó en una de sus reflexiones de ultratumba), quien irrespeta su palabra de honor (asustado por las encuestas, termina por invitar a los caciquitos regionales y locales a su orgía de poder), quien amenaza con gases tóxicos a los hijos y nietos de los venezolanos, quién facilita el robo de los dineros públicos, quien en cursis e interminables columnas periodísticas (los podridos de Chávez) sustituye el uso correcto y donoso del idioma castellano por una mediocre ortografía de mensaje de texto, quien traiciona tan vulgarmente el pensamiento republicano de su máximo referente ideológico, quien se desvincula a conveniencia de los grupos violentos alentados desde el poder para intimidar a la oposición democrática.
Comenta Claudio Magris, en ensayo Para una historia de la Risa: “El mundo moderno condena a la involuntaria comicidad a quien pretende individualizar el hilo de los hechos e incluso guiarlo y controlarlo. Si Marx decía que las vicisitudes históricas suceden una primera vez en forma de tragedia y luego se repiten en forma de comedia, ahora parece ser que los acontecimientos, de los cuales deberían depender nuestro destino, ya suceden la primera vez como parodias de ellos mismos. Una máscara cómica es hoy el político que no se da cuenta cómo las cosas se le escaparon de las manos. Infames, y sobre todo ridículos, son por ejemplo los políticos que, ante los delitos que todos los días registra la crónica periodística, no se ocupan de impedir o castigar el crimen, sino que tienen la ilusión de insertarse ventajosamente en el mecanismo puesto en movimiento por el delito, maniobrándolo para su propio provecho, explotándolo a los fines de nebulosos diseños incluso para los que idean dichos proyectos. Un poeta de la inadecuación, o sea un amargo humorista, podría ofrecernos un digno retrato del agitador político que cree dominar nuestras sangrientas tragedias cotidianas”.
No soy César González, “el amigo de todos”. No sufro la pulsión de decir lo que la gente quiere escuchar. Por eso, no puedo ocultar mi total desagrado con los llamados “Ni-Ni”. Y es que a estas alturas del partido -diez años son diez años- en Venezuela ya sabemos quién es quién. Qué no lo sepa Lula, no me importa; qué no lo sepa la directora de la CEPAL, me da igual; que no lo sepa el comprometido Eduardo Galeano, qué se le va a hacer; pero que no lo sepa otro ciudadano de a pie como yo, otro de esos venezolanos bolsas que si no los mata la inflación los mata la inseguridad, eso es algo verdaderamente sorprendente. Ante semejante fracaso de la racionalidad y la dignidad, no puedo evitar pensar en las duras palabras vertidas por Etienne de La Boétie en El Discurso de la Servidumbre Voluntaria: “Pero, ¡oh Dios mío!, ¿qué ocurre? ¿Cómo llamar a ese vicio, ese vicio tan horrible? ¿Acaso no es vergonzoso ver a tantas y tantas personas, no tan sólo obedecer, sino arrastrarse? No ser gobernados, sino tiranizados, sin bienes, ni parientes, ni mujeres, ni hijos, ni vida propia. Soportar saqueos, asaltos y crueldades, no de un ejército, no de una horda descontrolada de bárbaros contra la que cada uno podría defender su vida a costa de su sangre, sino únicamente de uno solo. No de un Hércules o de un Sansón sino de un único hombrecillo, la más de las veces el más cobarde y afeminado de la nación, que no ha husmeado la pólvora de los campos de batalla, sino apenas la arena de los torneos (...) Así pues, ¿qué es ese monstruoso vicio que no merece siquiera el nombre de cobardía, que carece de toda expresión hablada o escrita, del que reniega la naturaleza y que la lengua se niega a nombrar?”.
Lo dicho: El hombre rebelde es aquel que dice que no. Y no es no.

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5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

bien Vampiro.

1:33 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

Más fiNOOO...

10:17 a.m.  
Blogger Valentina Guzmán Ramos said...

Rafael... ya hacía falta que escribieras... tenías tiempo con el post del Mayo Francés y tenía ganas de leerte. Excelente como siempre!
Ya yo no sé que pensar... A veces pienso: Alabado seal el Mosad si se anima a hacer algo en esta tierra de locos.
EN fin, siga escribiendo que aquí tiene una fan!

4:28 p.m.  
Blogger Inos said...

A 200 años del nacimiento de Darwin y nos ha ido tan bien con la evolución que ya estamos pensando en binario...

8:59 p.m.  
Blogger Unknown said...

"Resulta evidente que quien pide disfrutar del poder por lo que le queda de vida no merece retenerlo ni siquiera un día". Bien. Resulta inaudito que tantos y tantos dejen de ver lo tristemente bajo que alguien cae cuando pretende a toda costa quedarse en las alturas. Y que muchos menos puedan ver cuán poco se piensa de ellos al decirles "sólo yo puedo guiarlos".

Un saludo, estimado.

3:07 p.m.  

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