lunes, septiembre 10, 2007

El gen ausente

No creo desmentir ninguna de las conclusiones del Proyecto Genoma cuando afirmo que todo mapa genético registra en su trazado una zona en reclamación. Una extensa zona rayada que simboliza el voluminoso cúmulo de virtudes y destrezas que hombres y mujeres sueñan con anexar algún día a los incompletos territorios de su personalidad. Son, en suma, aquellos rasgos de carácter que, a pesar de su palmaria inexistencia, nos empeñamos en decir que siempre hemos tenido.
Es triste que no contemos con laudos arbitrales que ayuden a resarcir la injusticia cometida por la caprichosa cartografía de la herencia biológica. Estamos, pues, marcados por una primera ausencia, y el saber disimularla por el resto de nuestras vidas es, a menudo, la explicación más efectiva de eso que llamamos éxito. Eternos negadores de defectos y pequeñeces, los seres humanos más que la promesa de felicidad resumida en el eslogan de una atractiva pieza publicitaria, somos la cláusula engañosa que se pretende ocultar en las letras pequeñas de un contrato leonino.
Dicho en la fría jerga de administradores y contadores públicos, vamos por la vida con pasivos ocultos (celos, complejos, temores), a la espera de ingenuos compradores que decidan invertir sus recursos e ilusiones en nuestro estratégico plan de negocios (ponga usted el objetivo de su preferencia: amor, amistad, aventura o palanca). Sin embargo, la evidencia empírica parece revelarnos que el mejor seductor es aquel que ha concientizado que no siempre debe mentir, que en ocasiones le conviene dosificar el testimonio sincero, encontrar esa faz que tiene que mostrar la Luna para no dar al traste con su romántica imagen. Y es que la magia del amor cabe completa en la depresión de un cráter. Por tanto, conviene saber ejecutar el streep tease de la verdad.
Lamentablemente, como bailarín soy muy buen escritor. Por ello, apenas inicio mi numerito dancístico dejo al descubierto aquellos detalles de mi personalidad que supuestamente debía ocultar. Desnudez del alma que termina por asustar a mis potenciales mujeres, quienes se resisten a aceptar la pena terrena de tener que convivir con un sujeto negado para el bricolaje; curiosa incapacidad nacida al calor de una tara cromosómica, y no de un particular desprecio por los oficios manuales y las publicaciones de Mecánica Popular.
Debo confesar que me preocupa sobremanera la ausencia de este gen, ya que es harto sabido que transcurridos los famosos cuatro años de química sexual que suelen amenizar al desprestigiado matrimonio, la estabilidad hogareña de un esposo viene dada por su habilidad congénita para encarar las más variadas reparaciones domésticas: cambiar bombillos, arreglar planchas, destapar cañerías, empotrar cocinas e instalar aires acondicionados. El marido que no logra cumplir con tan elevadas responsabilidades se erige, en la práctica, en un candidato ideal para el "maleteo" trapero.
La sombra del divorcio se torna aún más amenazante para aquellos elementos que, como yo, se encuentran incapacitados genéticamente para matar cualquier alimaña que perturbe la paz familiar. Y es que una fémina puede justificar que su hombre sea poco comunicativo, inclusive que nunca recuerde el día de su cumpleaños. Lo que sí no perdona una mujer es que el inepto de su esposo no mate ni una sola cucaracha ni espante a un mísero ratón. Eso es lo que el vulgo denomina “mucho con demasiado”.
Cual moderno descendiente de Sherezade, echadas ya las cartas del destino, sólo me restará encomendar a mi reconocida habilidad cuentera la exigua posibilidad de prorrogar mi fecha de ejecución; ese momento aciago en el que la dueña de mis quincenas tendrá por conveniente hacer de este, su humilde servidor, un “esposo de la calle”.
Pero allí en la intemperie comenzaré de nuevo. Buscaré otra victimaria. Ya lo advirtió la brasileña Nélida Piñón: “Seducir es una fatalidad humana. Quien no seduce está negando su oficio humano. Las palabras erotizan la realidad y, a medida que tú seduces, estás legitimando al otro; por tanto, tiene hasta una dimensión moral”.

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1 Comments:

Blogger IMAGINA said...

No te preocupes. Tengo "uno" como tu y lo quiero a pesar de todo♥
Es el peor matador de bichos del planeta. Siempre tengo que advertirle "...pero no me lo "espantes", coño, mátalo, dije mátalo".

5:02 p.m.  

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